Lo importante no es el triunfo, es la resistencia

No pasarán. Resistencia, dignidad, defensa de la República. Palabras valiosas que representan, en parte, la conmemoración del Día de la Soberanía, en pleno siglo XXI y con hechos extraordinarios que enfrentaron al mundo con sus propios pecados capitales.

Hace 176 años, el 20 de noviembre de 1845, el general Juan Manuel de Rosas, responsable de las Relaciones Exteriores del territorio nacional, decidió enfrentar a las fuerzas anglo-francesas, en la batalla conocida como la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro.

La escuadra enviada por Inglaterra aliada con Francia tenía el objetivo, según los historiadores, de obtener la libre navegación del río Paraná para auxiliar a Corrientes, provincia opositora al gobierno de Rosas. Esto permitiría que la sitiada Montevideo pudiera comerciar tanto con Paraguay como con las provincias del Litoral.

El encargado de la defensa del territorio nacional fue el general Lucio N. Mansilla, quien tendió de costa a costa barcos “acoderados” sujetos por cadenas.

El reconocido historiador José María Rosa relató el hecho de la siguiente manera:

“El gran talento político de Rosas se revela en esta segunda guerra contra el imperialismo europeo: su labor de estadista y diplomático fue llamada genial por sus enemigos extranjeros (…).

Aunque resistir una agresión de la escuadra anglo-francesa formada por acorazados de vapor, cañones Peissar, obuses Paixhans, etcétera, parecía una locura, Rosas lo hizo.

No pretendía con su fuerza diminuta -cañoncitos de bronce, fusiles anticuados, buques de madera- imponerse a la fuerza grande, sino presentar una resistencia para que “no se la llevasen de arriba los gringos”.

Artilló la Vuelta de Obligado, y allí le dio a los anglo-franceses una bella lección de coraje criollo el 20 de noviembre de 1845. No ganó, ni pretendió ganar, ni le era posible. Simplemente enseñó -como diría San Martín- que “los argentinos no somos empanadas que solo se comen con abrir la boca”, al comentar, precisamente, la acción de Obligado”.

Lección de coraje criollo, la denominó el escritor. El triunfo no era la finalidad del momento, la batalla se ganó años después por la vía diplomática. El fin era la defensa del honor de la República. Era un “no pasarán” tan fácilmente.

“El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas como una prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”, expresó José de San Martín.

Días turísticos y nuevas batallas

En la actualidad, el Día de la Soberanía pasó a ser parte de un feriado largo. El sector turístico, tan castigado por la pandemia, empieza a ver la esperanza de la reactivación.

El Programa “Previaje” está arrojando los primeros resultados positivos y desde el gobierno se muestran optimistas por los índices de crecimiento de la economía.

Sin embargo, la lucha por la soberanía sigue exigiendo del talento y la visión de estadistas para librar nuevas batallas en defensa del “honor de la República”.

Nuevamente, el país intenta demostrar que “los argentinos no somos empanadas que solo se comen al abrir la boca”, como describió San Martín.

Otra vez, el Fondo Monetario Internacional viene con sus “acorazados” transformados en acreedores de una deuda que no aportó beneficios al pueblo, sino a unos pocos servidores de sus propios intereses atados, por cadenas, a los designios del poder internacional, ese poder que sigue siendo el propietario de las riquezas del Planeta.

¿Cuántos argentinos son tenedores de los bonos de nuestra deuda, cuántos siguen en la carrera de transformarnos en una colonia?

No es casualidad que sigamos atrapados en la telaraña de un pasivo impagable.

En 1952, el gobierno de Juan Domingo Perón canceló totalmente el empréstito inglés y Argentina fue acreedora por primera vez.

Vale la pena recordarlo, todas las veces que sean necesarias, para comprender el ataque constante a los gobiernos que pretenden ser soberanos e independientes.

Los golpes cívico-militares fueron una herramienta de atraso. Luego llegaron convertidos en golpes de Mercado y hoy en golpes llamados “blandos”, aunque pegan muy duro porque están representados en dirigentes de partidos políticos que fueron democráticos y hoy perdieron el rumbo.

Muchos dirán, son los mismos que apoyaron las dictaduras. Tal vez, todo es posible en la dimensión de una Argentina considerada la “niña indomable”, por su perseverancia en apoyo a un peronismo que debería, para los analistas del mundo y los nacionales, haber desaparecido en 1955. Y sigue vigente, peleando con las pocas armas que tiene para lograr su independencia económica.

Si el radicalismo volviera a sus fuentes

Noviembre, por otra parte, fue el mes del histórico abrazo entre Perón y Balbín. Dos años antes de su regreso al país, tras 17 años de exilio, el líder del peronismo le escribió una carta al principal referente del radicalismo, Ricardo Balbín.

“Juntos y solidariamente unidos no habrá fuerza política en el país que pueda con nosotros y ya que los demás no parecen inclinados a dar soluciones, busquémoslas entre nosotros, ello sería una solución para la Patria y para el pueblo argentino”, manifestó Perón en la misiva.

Unidos, era el mensaje. Balbín lo tomó al pie de la letra y el 17 de noviembre de 1972 Perón regresó y se eternizó el abrazo con su principal adversario.

Años después, Raúl Alfonsín también buscó la unidad y encontró en el PJ un aliado para defender la democracia en los caóticos días de Semana Santa, con la rebelión carapintada en 1987.

Néstor Kirchner, tras la crisis de 2001, también logró apoyo en las filas radicales. Los gobernadores y 183 intendentes radicales de todo el país se reunieron, a mediados de 2006, en el Encuentro Federal: los radicales gobernantes propusieron el diálogo y la concertación con el Gobierno nacional.

En las elecciones de 2007, la fórmula presidencial fue Cristina Fernández y Julio Cobos.

Una alianza que se quebró con el voto no positivo de Cobos por la Resolución 125, curiosamente promovida por el radical exministro de Economía, Martín Lousteau, hoy aliado del PRO.

¿Quiénes se oponen a la unidad nacional?

Después de la crisis y el endeudamiento insostenible que dejó el Gobierno anterior, el presidente Alberto Fernández encaró, otra vez, el llamado a la unidad nacional. No tuvo eco.

La endeble situación económica, más la llegada del virus que definí, en su momento, como el octavo pasajero de la nave de los siete pecados capitales; lo encontró parado en un terreno hostil, sembrado de odio y con una oposición decidida a “destruir todas sus medidas”.

Una oposición, si así vale llamarla, adoptando todas las herramientas válidas y no válidas éticamente, para voltearlo y decretar el fin del gobierno elegido por el pueblo.

En síntesis, el final de la esperanza de la “niña indomable”, esa niña que molesta en grado sumo a los monarcas del reino terrenal. Ese reino que no permite sublevados y que vive de los ingresos de sus súbditos.

Los grandes medios con sus fakes news, los grandes formadores de precios, los especuladores financieros, los dirigentes opositores unidos en contra del Frente de Todos, un frente que también tiene fuego amigo. Las ambiciones personales no tienen límites ni convicciones. Y el ataque es contagioso, más contagioso que el virus.

Los que esperan el triunfo no tienen en cuenta la lección de Juan Manuel de Rosas.

Lo importante en la Vuelta de Obligado no era ganar, porque eso era imposible; era decir, aquí estamos y no será fácil pasar.

La lucha roja y blanca

El radicalismo está dando su lucha. El diputado porteño Emiliano Yacobitti está decidido a quitarle el trono al cordobés eterno Mario Negri.

“Se tiene que terminar la lógica del club de amigos, que premia a los que están desde siempre porque son los que están desde siempre”, dijo el legislador interesado en desplazar de la Presidencia del bloque al cordobés que perdió las internas con Luis Juez y Rodrigo de Loredo.

Juez viene del peronismo y la mayoría de la UCR lo observa de reojo. No es confiable para ellos. De Loredo tiene a su favor la juventud y en su contra ser el yerno del polémico Oscar Aguad y haber sido funcionario de Macri.

La política es imprevisible. El joven abogado no es muy interesante para el contexto nacional, pero es una pieza de negociación en la avanzada del radicalismo que quiere resurgir desde las cenizas.

La parte del radicalismo que no está en el Frente de Todos y la parte del peronismo “PRO” está buscando su propio sello y muy interesados en romper con “los contreras antidemocráticos”, como así le llaman en voz baja.

“En la mayoría de los distritos que ganamos fue por los votos radicales”, confesó un dirigente mientras bebía un café y tocaba una y otra vez sus anteojos.

¿Se puede romper el bloque a partir del 10 de diciembre?, preguntamos.

Acomodó los anteojos una vez más y sonriendo respondió con una ironía: “Sí, se puede”.

Todo se puede, en el país de la niña indomable.

Todo o nada porque, repitiendo las palabras de José de San Martín, “los argentinos no somos empanadas que solo se comen con abrir la boca”.

Feliz Día de la Soberanía.

Ilustración Raúl Olcelli, nota publicada en mi Suplemento Mano a mano de El diario del centro del país

Fuente consultada: el historiador.com.ar

 

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