“A mí no me la vas a contar”

No podemos vivir bien en un país traspasado, por la espada del odio. Apostar por sin grietas, no significa desconocer las diferencias ideológicas que nos ubican en veredas distintas, con miradas diferentes. Esta esencia es normal y saludable.

Lo insano, en una sociedad, es el odio. He pasado muchas horas de mi vida leyendo sobre el odio. Buceando en la Filosofía, en la Psicología, en la Mitología, en la Poesía. La mayor certeza es que en nuestro idioma tiene cuatro letras, igual que el amor, dos sílabas igual que el amor, y una diferencia es una palabra grave sin tilde, contra una palabra aguda sin tilde.

Lo repetí en todos los idiomas al amor y al odio y me estaciono en el nuestro.

Pongo punto muerto, me gusta más punto vivo. Y me pregunto ¿Qué nos pasó para tener tanto odio? ¿En qué penumbra del abismo, decidimos ser conductores del colectivo del odio?

¿En qué maldito momento nos despojamos de nuestra solidaridad?

En toda nuestra historia existió la grieta, repiten los conocedores del tema. Para no ir tan lejos en el tiempo, me vino a la memoria un personaje creado por Enrique Santos Discépolo, a mediados del siglo XX durante el gobierno de Perón, llamado Mordisquito.

¿Quién era Mordisquito? El ciego opositor al peronismo, el que no soportaba la transformación del país para beneficiar a los más débiles. En síntesis, un personaje de la sociedad colonizado por la oligarquía.

En esos diálogos radiales de Discepolín, en la década del 50, con Mordisquito hay conceptos que siguen vigentes hoy, sesenta años después.

“Vos protestás, siempre protestás. ¿Y por qué? Ah, ahora entiendo, no hay té de Ceylán. Mirá vos que problema, leche hay, leche sobra, los hijos de los laburantes que alguna vez miraban la nata por turno ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta. ¡Pero no hay té de Ceylán! Mirá que tremendo problema. Porque según vos no se puede vivir sin tomar té de Ceylán.”

Lo recordé al autor de tantos tangos inolvidables, viendo esta semana las protestas contra el gobierno recién asumido de Alberto Fernández, entre ellas cuestionar las bebidas azucaradas en precios cuidados. Los Mordisquitos de hoy se preocupan por la salud de la sociedad, y no se preocuparon por el hambre. Paradoja o parajoda, como más les guste.

Sigo rescatando en esta reflexión a Discépolo, un visionario que pagó muy caro su compromiso político.

“Sos la imagen del retroceso, de la injusticia, del hambre, del entreguismo. Y el pueblo lo sabe, como lo sabés vos. El pueblo lo sabe, porque lo padeció, que venís de viejos partidos que nunca hicieron nada en beneficio del pueblo que es la patria y que si alguno de los tuyos, alguna vez, intentó portarse bien, se cansó enseguida.

Fue solamente algún abuelo que se murió hace mucho.”

Los nietos con plata y nada más

 En otro de los párrafos, Discépolo los relaciona con su árbol genealógico. “El pueblo sabe que vos sos nieto, que todos ustedes son nietos, que ninguno de ustedes hizo nada más que ser nieto, nieto de la plata, nieto de las ideas.

El pueblo sabe que desde la muerte de ellos, hasta la llegada de este gobierno, hubo un vacío de dignidad y esfuerzo que vos pudiste llenar y como un criminal no cumpliste ninguna de las veces que se te dio el gobierno.

Porque vos no sos una esperanza, ni una incógnita. Vos gobernaste. No una vez, sino varias veces y mal. Gobernaste mal. Infamemente. Y el pueblo sabe eso, como sabe todo.”

 

Antes no te importaba nada

Y sigue, el gran Discepolín remarcando: “Resulta que antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Sobre todo lo chiquito. Pasaste de náufrago a financista,  sin bajarte del bote. Vos, sí, vos, que ya estabas acostumbrado a saber que tu patria era la factoría de alguien y te encontraste con que te hacían el regalo de una patria nueva, y entonces, en vez de dar las gracias por el sobretodo de vicuña, dijiste que había una pelusa en la manga y que vos no lo querías derecho sino cruzado.

Pero con el sobretodo te quedaste.  Entonces, ¿qué me vas a contar a mí? ¿A quién le llevás la contra?

Antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Y protestás.

No importa que tu patria haya tenido problemas de gigantes, y que esos problemas los hayan resuelto personas. Vos seguís con el problema chiquito, vos seguís buscándole la hipotenusa al teorema de la cucaracha, vos, el mismo que está preocupado porque no puede tomar té de Ceilán y durante toda tu vida tomaste mate

¿Y a quién se la querés contar? ¿A mí, que tengo esta memoria de elefante?

¡No, a mí no me la vas a contar!”

¿Lograremos cerrar esa grieta, o los Mordisquitos nos seguirán mordiendo y el mundo seguirá siendo un Cambalache?

Foto: Whikipedia

 

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