Lo viejo, lo nuevo y la voz del cielo

“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”. Bertolt Brecht

Lo viejo y lo nuevo. Los últimos suspiros del pasado y los primeros del futuro se confunden en una batalla épica en el presente. Lo viejo y lo nuevo, buscándose entre las magnitudes físicas, sin química, del tiempo.

Entrelazando sus manos en las grietas de los diversos planos de un tiempo relativo o absoluto, propio o ajeno, de vacas gordas y flacas, de siembra y de cosecha, de risas y lágrimas, de gritos y silencios, de esperanza y enojo, de atentados, crucificados y milagros.

Lo viejo no acaba de morir, lo nuevo no acaba de nacer, y se infiltra la crisis y asoman los milagros, esos que superan todas las aristas de la lógica. Esos fenómenos que aparecen, sin imaginarlos, para recordarnos, tal vez, que la vida misma es un milagro.

“Los milagros, en el sentido de fenómenos que no podemos explicar, nos rodean por todos lados: la vida misma es el milagro de los milagros”, frase del dramaturgo George Bernard Shaw.

En el siglo XIX quisieron matar al entonces gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. “La máquina infernal” es una caja que se encuentra en el Museo de la Historia Nacional, patrimonio de todos los argentinos.

En un artículo publicado en la página del Ministerio de Cultura se habla de la “increíble historia” del objeto.

“Cuando arreciaba la lucha entre unitarios y federales, entre 1838 y 1842, hubo una tentativa de asesinar al brigadier Don Juan Manuel de Rosas. El intento de homicidio comenzó sin querer, en 1841, cuando la Sociedad Real de Anticuarios del Norte, en Copenhague, le envió al Cónsul de Portugal en Montevideo una caja con una colección de medallas que debía hacer llegar al gobernador de la provincia de Buenos Aires. La caja contenía una llave y una carta con las instrucciones para abrirla.

Un grupo de unitarios, exiliados en Montevideo, se apoderó del envío y lo entregaron a José Rivera Indarte, quien transformó la caja de medallas en algo que denominaron como la “máquina infernal”. El caballo de Troya, en vez de soldados griegos, contenía en su interior 16 cañoncitos cargados con balas, que dispararían en todas direcciones cuando se levantara la tapa de la supuesta “caja con medallas”. Los complotados prepararon el envío para el Cónsul, como si acabara de llegar, y así fue despachada a Buenos Aires.

El paquete llegó el 27 de marzo de 1841 a la casona de Palermo donde vivía el gobernador, y fue recibido por su hija y secretaria, Manuelita Rosas. La entrega y el remitente le llamó la atención. Se lo mostró a su padre, pero no le prestó demasiada atención. Pero su hija estaba ansiosa. Insistió y su padre le pidió que lo abriera.

Rompió los papeles que lo envolvían y se encontró con una linda caja forrada con un paño blanco y una llave, que metió en la cerradura y giró. La tapa saltó bruscamente. Se escuchó un ruido metálico, pero el dispositivo que debía disparar las balas no funcionó. Entonces, la cerró nuevamente y se la llevó a su padre, quien intuyó algo extraño.

Efectivamente, cuando la abrió, notó que en su interior los cañoncitos estaban cargados con balas, y que no contenía ninguna medalla. Los gatillos estaban unidos con un alambre, para que hicieran fuerza cuando se abriese. El mecanismo falló.”

Un artículo publicado en un diario consideró el fallo como un milagro. “Habló la voz del cielo, la voz del milagro”, escribieron.

El realismo mágico

En Argentina hubo varios atentados políticos fallidos. Al presidente Hipólito Yrigoyen lo atacó un hombre el 24 de diciembre de 1929 (víspera de Navidad). El mandatario iba en su auto con su chofer, su médico y su custodia personal. De pronto, desde un zaguán apareció una persona con un revólver y disparó cinco tiros contra el vehículo.

Yrigoyen se salvó de milagro, dos custodios fueron heridos y el atacante, muerto.

Quedaron dudas, sobre si el atacante actuó solo o fue enviado.

Una anécdota surrealista y muy curiosa tuvo de protagonista a Juan Domingo Perón durante su exilio en Caracas.

El relato lo contó un colaborador del expresidente a Felipe Pigna. El artículo del historiador cuenta lo siguiente:

“En 1956, el embajador argentino en Venezuela, Toranzo Montero, contrató en Tánger a un sicario llamado Jack. El contratado fue a la casa donde residía Perón y tocó el timbre.  Lo atendió Pablo Vicente. El sujeto le dijo: Quiero hablar con Perón. ¿Por qué?, preguntó Vicente. ‘Porque lo vengo a matar’”.

Vicente se largó a reír y después tomó ciertas precauciones. Un día suena el teléfono y Vicente le dice a Perón: “Quieren hablar con usted, General”. El General atiende:

—¿Usted es Perón?

—Sí, soy yo.

—Ah, tengo que hablar con usted.

—¿Por qué?

—Porque vengo a matarlo.

—Bueno, cómo no. ¿Qué quiere hablar conmigo?

—¿Puedo hablar personalmente?

—Sí, cómo no.

Esto lo desarmó completamente, porque si le había dicho que lo iba a matar, ¿Cómo lo iba a recibir? Y bueno, le contó la historia. Le habían adelantado dinero. Se lo había dado Toranzo Montero. Y cuando lo ve a Perón le dice: “¿Y por qué lo voy a matar a usted si yo a usted no lo conozco?”.

A Perón lo intentaron matar en varias oportunidades. Uno de los que planificó varios atentados en su contra fue el coronel Héctor Cabanillas. Después de varios fracasos en Argentina, planificó uno en Caracas, en 1957. El 25 de mayo de 1957, pusieron una bomba en el auto en que se movilizaba Perón. El artefacto estalló, pero Perón no estaba en el vehículo por unas demoras en ir a recogerlo.

Según cuenta Pigna, “Perón y el hombre que tantas veces había querido matarlo se vieron las caras a comienzos de septiembre de 1971. El coronel Cabanillas tenía ahora la misión de entregarle a su acérrimo enemigo el cadáver de Evita.”

Evita, la milagrosa.

“Dios y la Virgen”

Hubo muchos intentos de magnicidios en el mundo. Fidel Castro fue el que más ataques tuvo: 638. Juan Pablo II, en 1981 y en 1982, sufrió atentados. Raúl Alfonsín fue también blanco de un tirador que falló el disparo, entre otros numerosos ataques.

En Villa María, sin ir más lejos, al sindicalista Alejandro “Caño” Roganti, lo atacaron a balazos en su casa el 14 de abril de 2008. El dirigente sobrevivió tras haber recibido cinco balazos.

En septiembre, un mes muy particular porque se ejecutaron los golpes de Estado a Yrigoyen y Perón, el blanco fue la vicepresidenta de la Nación y dos veces presidenta del país, Cristina Fernández de Kirchner.

La semana que pasó, Cristina se reunió con curas, monjas y laicas. “Yo siento que estoy viva por Dios y por la Virgen, realmente. Así que me pareció que si tenía que agradecer a Dios y a la Virgen, tenía que hacerlo rodeado de curas por los pobres, de curas villeros y de hermanas laicas, de hermanas religiosas”, dijo Cristina al darles la bienvenida.

La idea del milagro, de la voz del cielo. La mística.

En su discurso apeló al diálogo, a hablar con los que nos gusta y con los que no nos gusta, “como hacía Cristo”. Rescató la historia, recordando el atentado a Yrigoyen y los pactos de la recuperación de la democracia.

Lo viejo, lo nuevo y la voz del cielo.

Hoy tenemos nuestro propio milagro. No estamos logrando multiplicar los peces y los panes, pero estamos caminando sobre las aguas turbulentas de un mundo líquido que nos sumerge a prácticas sociales distintas a las tradicionales. La tecnología nos conectó con un mundo sin abrazos, sin miradas frente a frente, sin conexiones permanentes. En la modernidad líquida, descripta muy bien por Bauman, todo es transitorio, todo fluye, se libera, se flexibiliza, se deshumaniza.

Lo nuevo es muy diferente a la solidez de lo viejo. Y en ese pasaje de lo sólido a lo líquido se producen las crisis en los diversos ámbitos, personales, sociales, políticos, culturales. Y las grietas ya no son sólidas como en tiempo pasado, las grietas líquidas nos ponen ante la imposibilidad de mezclar el agua con el aceite porque sus densidades son diferentes.

Mezclar el agua y el aceite, lo viejo y lo nuevo, lo sólido y lo líquido, requiere de políticos y políticas preparados para manejar el tiempo físico y químico.

Dirigentes que puedan entender a las nuevas generaciones y seducirlas. Dirigentes que logren superar sus odios viejos y construir amores nuevos. Dirigentes que miren más allá de sus ambiciones personales y entiendan este tiempo que está solo, como muchos, esperando que pase la tormenta.

Dirigentes que crean en los milagros y ayuden a producir milagros, esas cosas extrañas que también existen.

Esos milagros que todos y todas necesitamos para seguir creyendo.

Nota publicada en mi Suplemento Mano a Mano de El Diario del Centro del país con ilustración de Raúl Olcelli

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