El Jenga de la Mentira
Batería recargada. ¡Qué bien se siente! De pronto hacemos un repaso por las noticias y detectamos rápidamente todas las mentiras. Pila de falsedades, un “Jenga” de mentiras. Retiramos una pieza y la torre de falacias sigue firme e impune. La habilidad está en sacar falsedades, sin derrumbar la torre. “Qué buen pulso tenemos.”
¿Buen pulso? ¿Para qué? Mientras el castillo no se derrumbe, la construcción destructiva seguirá. Sacamos una falacia y multiplicamos otra. Retiramos un engaño y resurgen diez. Sin darnos cuenta nos encontramos participando del juego macabro del fraude, de la patraña, del cuento de la buena pipa, ese que nos contaron desde niños y que se repetía sin un final.
Batería recargada. Tomé la decisión de no jugar al Jenga de Mentiras, esa distracción macabra armada con bloques de asco, de realidad disociada, de ciencia ficción, de asesores sicópatas, de dirigentes vendidos, de espías, de súbditos del poder por un puñado de dólares, de personajes del teatro del absurdo.
Les aviso que, como a la mayoría, me jode terriblemente la mentira, la hipocresía. En cualquiera de sus formas. Los delirios inventados, por los trolls y ciertos dirigentes falsificados, me desbordaron. Las acusaciones sin fundamentos me inundaron la habitación de la paciencia. Los moralistas inmorales me marcaron el camino para no ser como ellos, ni en sueños.
Batería recargada con el amor a la familia, a los amigos, a los que sienten el dolor del otro, a los que rechazan el odio, a los que buscan la verdad, a los que no se rinden, a los que piensan, a los que aman, a los decidieron no jugar al Jenga de la Mentira.
Batería recargada hasta que las piezas se desmoronen, una por una, y la torre de la superchería se convierta en escombros.
Imagen de Johnny Gutierrez en Pixabay