Entre flanes, pindongas y sotretas

Paso a paso. Queremos flan, queremos flan, gritó el “Casero”, que amenazaba con desaparecer si no le garantizaban su insignia de fan destacado. Aplausos, genio, vociferaron, desde el escenario, los invitados al banquete del crecimiento invisible, mientras la mujer descarriada aconsejaba no ser amarrete y dar propina, agradecía por su panza que la había salvado del “pecado mortal” de ser linda y “promiscua” (para no repetir la palabra que pronunció), a la vez que incitaba a matar al Barba de larga duración y amenazaba con poner una molotov a los senadores que se la pasan cenando.

Con pasión; de enviada del Más allá o del Más acá, vaya uno a saber; amenazaba también a todos los “ores”, almorzadores, desayunadores, transportadores, especuladores. No, especuladores no, gritó un representante de los buitres, sentado en la platea VIP. “Los perdono porque están esquiando y son nuestros amigos”, expresó la dama del vientre.

En bambalinas, bajo el tablero de luces, la Gaby explicaba que la población urbana se concentra en las grandes ciudades. “Muy bueno”, destacaron. Envalentonada por la platea tiró su frase matadora.  “Vemos la luz al final del túnel”. Nadie veía nada, pero una de sus aliadas, con voz dulce, aclaraba que los pobres no van a la universidad y que la desocupación se debía al crecimiento de la población. Terrible definición.  Y un señor muy “Fino y chiaro (en italiano significa claro)” enseñaba que la “pobreza es una actitud”.

Aplausos en la platea de los palcos verdes, que todavía no brotaron. Aplausos de los palcos verdes.

Se vino la Pindonga…

“Pindonga y Cuchuflito”, gritó desde el fondo una señora muy aseñorada. ¿Quién es la desubicada, irrespetuosa, maleducada?, preguntó la machirula que repetía, sin soplar,  que Dios hizo una alianza con nosotros y nos salvará de los ladrones, de los que ladran y de los drones del “Ruso muy putín” (palabra usada por ella habitualmente) que quiere convertir en vodka el software electoral que, según comentan, no anda ni para atrás ni para adelante.

“Pelopincho y Cachirula”, respondió un ciudadano, cansado de las frases hechas,  mientras se devanaba los sesos buscando el significado de pindonga entre los informes de la Fábrica Millonaria de Indigentes (FMI).

La culpa es de todos, todas y todes, comentó a una cámara de TV, el periodista representante de la real academia de la Corona. Esa que nunca devolvió el oro que saqueó a los primitivos habitantes, a cambio de espejitos de colores.

“Inodoro y Mendieta”, agregó desde el gallinero un descolgado que “andaba mal de la vista, porque hacía meses que no veía un peso”.

“Sotreta”, masculló un paisano que no lo dejaron entrar “por no traer nada en la mano”, a la vez que lo esposaron por andar vendiendo, sin autorización, las empanadas de la Chacha.

“Negrazón y Chaveta”, balbuceó un cordobés que pasaba en la pumarola buscando un kiosco que venda ferné para la clase media, “que era baja vista desde arriba y alta vista desde abajo.”

“Clemente y la Mulatona”, vociferó un hincha de la selección. De pronto el auditorio se llenó de papelitos, “Argentina, Argentina”.

Al toque, hubo un apagón, de esos que son parte de la normalidad y a oscuras se escuchó un solo grito: Argentina, Argentina.

Nancy M…imagen del gran maestro Caloi.

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