En la pampa y en la vía
Todos hablaban del famoso tren. “Súbase al tren de la oportunidad, único en el país de la meritocracia. Tan rápido que te ayuda a correr la liebre sin moverte de la butaca”, difundían los altavoces replicados en las redes sociales con el hashtag “En la pampa y en la vía”.
La chica leyó la invitación y salió disparada hacia la estación. Allá fue, emocionada a subirse al coloso de hierro, a buscar la luz prometida al final del túnel. Mientras intentaba conseguir, como un primer logro, un asiento al lado de la ventanilla para disfrutar el paisaje, llegó el guardia, con cara de Pato, sin ser Donald ni el Tío Rico.
¡Ticket!, gritó. ¡Ticket!, repitió haciendo sonar un silbato con forma de globo.
¿A quién se le ocurre pedirle ticket a un pasajero marginado?, preguntó la chica dirigiéndose a todos, todas y todes. Los pasajeros estaban demasiado metidos en el interior de su ombligo para escuchar el mensaje.
Sin inmutarse, la pasajera sin pasaje, intentó explicarle al señor pato pobre, su posición. “En el tren de la oportunidad, el pase debe ser libre.” Sacando un librito de bolsillo le recitó varios artículos de la Constitución. ¿Constitución, qué es eso?, preguntó el hombre con cara de aterrorizado. “No está en las paradas”, agregó consultando el GPS.
Ella, bastante terca, siguió hablando de sus derechos. El custodio del mejor tren de los últimos cincuenta años, se encogió de hombros, carraspeó y soltó la frase demoledora sacada del manual de autoayuda: “Si no tiene ticket se baja, si no tiene ticket, no tiene oportunidad”. Acto seguido, lanzó a los cuatro vientos una carcajada extraída de la mediocre serie “O yo, o la KuKa”
A pesar del terror inoculado en el breve acto, la jovencita atrevida se paró en el asiento, sacó de su mochila un discurso. “Me despidieron del trabajo, no tengo un peso para pagar el alquiler de mi casa, ni la luz, ni el gas, ni los impuestos, ni la comida, ni el paquete de alimentos para mi mascota, que cada vez es menoscota, la pobre, y usted me pide que pague un ticket para el tren de la oportunidad que se dirige a la Meritocracia. Esto es Plutocracia, con el perdón de Pluto, que se tuvo que bancar ser mascota de un ratón y un pato famoso”.
Fue muy apasionada, seguramente, porque la arrojaron al andén después de dispararle con unas pistolas que se llaman Taser, y que le quitaron su ta- ser mientras la electrocutaban incrementando el valor de su factura energética.
“Me vi gritando, sin ser escuchada, me vi rogando sin ser atendida, me vi pisoteada sin ser comprendida. Ser, Taser. Ser, sin ta. Ser, sin ser. Y allí quedé, en la vía, sin ticket, sin el tren de la oportunidad, sin derechos, sin constitución. Sin paisaje, sin ilusiones, sin ayuda”, escribió luego en la red social gracias a la ayuda de otros tuiteros solidarios.
Allí quedó, la piba rebelde, siendo sin ser, con su mérito sin descubrir, con su voz sin escuchar, con sus derechos sin respetar.
Allí quedó, arrojada al andén, endeudada y sin ver la luz al final del túnel.