La bola de cristal que ignora el presente e induce el futuro

Todavía no subió al ring y ya analizan el toque fino que tendrá su caída. Ya le prepararon la toalla para tirársela cuando llegue el momento, que para ellos llegará, en breve plazo.

Todavía no subió al ring, pero ya saben el atuendo que usará, analizan el dedo de la manager que eligió el equipo, conocen la consistencia de su protector dental y hasta el hilo que le colgará del pantalón.

Todavía está en pleno entrenamiento y ya anticipan que le fallará el juego de cintura, que no tiene capacidad para el esquive, que sus puños son débiles y su parada temblorosa.

Ignorar el presente, inducir el futuro.  Extraña o habitual costumbre de ciertos humanos.

En cierta ocasión le preguntaron a un hombre experimentado en meditación por qué podía mantenerse siempre tan concentrado a pesar de sus muchas ocupaciones. El maestro respondió: “Cuando estoy de pie, estoy de pie. Cuando ando, ando. Cuando estoy sentado, estoy sentado. Cuando como, como.”

Los discípulos, con la soberbia de su juventud, tomaron de nuevo la palabra y le respondieron: Eso hacemos también nosotros, pero ¿qué haces tú además?

La respuesta fue la siguiente: “No. Cuando vosotros estáis sentados, ya estáis de pie. Cuando estáis de pie, ya corréis. Cuando corréis, ya estáis en la meta.”

Esta maratón ha sido una constante en la política. El concejal asume y ya piensa en ser intendente, el jefe comunal en ser gobernador, el mandatario provincial en ser presidente y el presidente en ser reelecto.

Y en esa locura, el presente se diluye y lo que interesa es la bandera del final.

¿Por qué no hacerlo al revés?

Si damos soluciones a los problemas cotidianos, si mostramos logros, si corregimos errores, si nos comprometemos con nuestra responsabilidad y la cumplimos. Si dejamos a un costado las ambiciones y actuamos con vocación de servicio.

Si nos olvidamos de las broncas, los resentimientos, los odios, los combates inútiles y avanzamos codo a codo para mejorar el día a día, posiblemente lleguemos a sentirnos como el maestro del cuento.

Y si los periodistas asumieran su rol, sin bolas de cristal ni cartas del Tarot previendo el fracaso campeón que todavía no entró al estadio, es posible que la grieta sea accesible a esconderse detrás una capa de cera.

Es posible que la grieta se cierre y que sólo un grupo minoritario se apropie de ella.

 

 

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