La llave perdida de la magia de vivir
Estamos viviendo un momento muy complejo. Hemos vivido demasiadas etapas críticas, pero esta tiene características especiales.
De pronto, un pasajero invisible denominado “Corona” se convirtió en una especie de rey de universo, un monarca que vino a desnudar las falencias de un sistema que se creía invencible.
También, llegó para desnudar nuestras propias falencias.
Este invasor, peligroso, se presentó sorpresivamente, sin cumplir la regla indispensable del preaviso. Entró a nuestra vida sin anunciarse. Decidido a sacar lo mejor y lo peor de cada ser etiquetado en la categoría de humano.
Convencido que rápidamente se verían las distintas caras de la humanidad, que se distinguirían las luces y las sombras. Y los pecados del mundo saltarían por los aires, en una danza siniestra entre la codicia y la gula, la soberbia y la ira, la pereza, la envidia, la lujuria.
Raramente, estamos aquí frente a nuestro espejo, observando la imagen que nos devuelve en esta soledad tan acompañada. Una imagen fuerte y esperanzada en ciertos instantes y otra triste y cansada como dice el tango.
En este aislamiento preventivo, necesario, la imaginación se potencia, los interrogantes se multiplican, los sentidos se agudizan.
Podemos imaginar al virus con corona, sentado en su trono planetario, escudado por La Parca, vigilando el comportamiento de sus súbditos. Solo, sentado en el muelle de un océano de mentiras, alimentado por ríos de egoísmo, lagos de injusticias, arroyos de inequidad.
Sentado solo, con todo su poder, esperando que desde las montañas se deslice el amor, que las semillas de la solidaridad fertilicen del desierto, que la fraternidad proteja la Tierra.
Deseando que los llamados, mal o bien, humanos encontremos la llave perdida de la magia de vivir.
La llave perdida
Porque cuando se pierde la llave de la magia de vivir, los fantasmas salen de la cueva dispuestos a disfrutar del banquete. Entre sonidos monocordes y siniestros van formando sus parejas. El miedo y la indecisión, el desatino y la resignación, el desgano y la conformidad bailan. Cuando se pierde esa llave, los fantasmas se visten de gris y se deslizan por los agrestes caminos del egoísmo, la mediocridad y la mentira.
El mundo se convierte de pronto en una masa desteñida de seres iguales, uniformados, oscuros cargando a cuestas los duros lazos de la tan gastada hipocresía alimentada por el resentimiento y por algunos personajes públicos.
Si olvidamos la magia que significa estar vivos, los ojos no ven, los oídos no escuchan, el tacto no explora, el olfato se inhibe y la boca va dejando reducir las palabras, letra por letra hasta convertirlas en polvo. La oscuridad sale a la escena con su cortejo de estafadores y el alma desorientada se enfrenta al abismo despojada de sus galas y de su luz.
Cuidá el tesoro, no lo dejes en cualquier lado. No pierdas la llave. No la perdamos. Digamos basta a la mentira. Basta a la oscuridad de los que inyectan miedo para cubrir sus miserias.
Recuperemos la llave, el amor, la generosidad, la esencia de la humanidad. La recuperemos juntos.
Imagen: Pixabay