La última charla con Mordisquito

El 11 de noviembre de 1951, Juan Domingo Perón, fue reelecto a la Presidencia con el 63,4% de los sufragios. Ricardo Balbín quedó en segundo lugar con el 32,28%.

Un día antes de los comicios, Enrique Santos Disépolo hizo el último monólogo de su espacio radial ¿A mí me la vas a contar?. Esa charla; con el personaje de ficción “Mordisquito” creado por el autor de tantos tangos, para simbolizar al antiperonista de la época; es una mirada sobre la historia de la primera mitad del siglo XX.

Así habló Discépolo en la noche del sábado 10 de noviembre de 1951:

“Bueno, mirá, lo digo de una vez. Yo no lo inventé a Perón. Te lo digo de una vez, así termino con esta pulseada, de buena voluntad, que estoy llevando a cabo en un afán mío de liberarte  un poco de tanto macaneo. La verdad: yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón, la milagrosa.

Ellos nacieron como una reacción a tus malos gobiernos. Yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón, ni a su doctrina. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado en un largo camino de miseria.

Nacieron de vos, por vos y para  vos. Ésa es la verdad. Porque yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón. Los trajo esta lucha salvaje de gobernar creando, los trajo la ausencia total de leyes sociales que estuvieran en consonancia  con la época.

Los trajo tu tremendo desprecio por las clases pobres a las que masacraste, desde Santa Cruz a lo de Vasena, porque  pedían un mínimo respeto a su dignidad  de hombres  y un salario que les permitiera salvar a los suyos del hambre.  Sí, del hambre  y de la terrible promiscuidad de sus viviendas en las que tenían que hacinar, lo mismo sus ansias que su asco.

No. Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. ¡Vos los creaste! Con tu intolerancia. Con tu crueldad.  Con la misma crueldad  aquella del candidato a presidente que mataba peones en su ingenio porque le pisaban  un poco fuerte las piedritas del camino a la hora de la siesta.

Sí, yo sé que te fastidia que te lo recuerde. Es claro, pero vamos a terminarla de una vez. Porque yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. Los trajo la injusticia que presidía  el país. Porque a fuerza de hacer un estilo de tanto  desmán, terminó  por parecerte  correcto  lo más infame.

Claro,  a vos no te alcanzaba esa injusticia.  Tendrías, como un señor que yo conocía y que iba todos los meses a cobrarlo, un puesto de ama de cría para  cubrir sus gastos, que se lo pagaban oficialmente,  y un sueldo para  salir con el Klan [Habla  del Klan radical,  organización de choque que actuó  a principios  de 1930].

Yo me acuerdo  del Klan. Y vos también.  Aquella mafia siniestra que salía sólo para aterrorizar gente y mataba una vez a gomazos,  otra  vez a tiros y a veces con el camión para hacerlo más divertido. No, si la memoria fastidia. Pero yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón. Los trajo  la estulticia que manejaba el país.

Mirá,  si vos hubieras  estado en la Semana Trágica como yo y como tanto en Cochabamba y Barcala, y hubieras visto morir primero a aquellos cinco, luego a cientos y hubieras  visto masacrar judíos por una «gloriosa» institución que nos llenó de vergüenza [Se refiere a la Liga Patriótica de Manuel  Carlés].

No hubieras  formado  nunca  más parte  de ese partido que integrás  por amor propio  y quizás por ignorancia de tantos  hechos delictuosos  que son los que empezaron a preparar la llegada de Perón y Eva Perón. En un país milagroso  de rico, arriba  y abajo  del suelo, la gente muerta  de hambre. Los maestros  sirviendo  de burla  en lugar de hacer llorar porque  estaban  sin cobrar  un año entero.  ¡No! ¡Y todo vendido! ¡Y todo entregado!

Yo sé que te da rabia que te lo repitan  tantas  veces, pero es que entristece también pensar que no lo querés oír. El otro día en un discurso oí que decías refiriéndote a un gobierno de 1918: «Ya por ese entonces los obreros gozaban… ¿De qué gozaban?  ¡Los gozaban!,  que no es lo mismo. Y sí, Mordisquito, ¡los gozaban!

La nuestra es una historia  de civismo llena de desilusiones. Cualquiera fuese el color político  que nos gobernó,  siempre la vimos negra. Aspiramos  a gozar y al final nos gozaron.  ¡Todos! ¡Siempre!

Una curiosa adoración, la que vos sentís por los pajarones, hizo que el país retrocediese cien años. Porque vos tenés la mística de los pajarones y practicás  su culto como una religión.

Cuanto más pajarón él, más torpe y más crédulo vos. Te gusta oír hablar  a la gente que no le entendés nada; la que te habla claro, te parece vulgar. Yo también  entré como vos y, ¿por qué no confesarlo?,  me sentía más conmovido frente a un pajarón que frente a un hombre  de talento.

El pajarón tiene presencia,  tiene historia,  larga, la que casi siempre empieza con un tatarabuelo  que era pirata. Yo también  me sentía dominado por los pajarones cuando  era chico.

Ahora, ¡no! Cuando era chico, sí. ¡Pero no ahora,  Mordisquito! Salváte de los pajarones. El fracaso —por no decir la infamia— de los pajarones fue lo que trajo como una defensa a Perón y a Eva Perón. Pero no fui yo quien los inventó.

A Perón lo trajo el fraude,  la injusticia y el dolor de un pueblo  que se ahogaba de harina  blanca  y una vez tuvo que inventar  un pan radical  de harina negra para no morirse de hambre.  Tampoco te lo acordabas. ¡Ay, Mordisquito, que desmemoriado te vuelve el amor propio!

Te dejo. Con tu conciencia. ¡Perón es tuyo! ¡Vos lo trajiste! ¡Y a Eva Perón también!  Por tu inconducta. A mí lo único que me resta es agradecerte el bien enorme que sin querer le hiciste al país. Gracias te doy por él y por ella, por la patria  que los esperaba  para  iniciar su verdadera marcha  hacia el porvenir  que se merece. ¡A mí ya no me la podés contar, Mordisquito! Hasta  otra vez, sí. Hasta  otra vez.”

Texto publicado por: http//aribaric.blogspot.com.ar

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