Los monstruos habitan en los pasillos del odio

Desde estas páginas hemos venido, hace tiempo, analizando la historia y las consecuencias que trae aparejada la violencia en sus diversas variantes. Hemos reflexionado sobre la decadencia del debate político y la espiral ascendente de la mediocridad instalada en una parte importante de la dirigencia.

La actual vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández, ha sido blanco de cientos de ataques a través de las palabras de sus adversarios. Frases cargadas de “pólvora” disparadas al aire y que generan respuestas del mismo tenor desde el campo contrario.

La inteligencia y la razón se quedaron sin localidades en el teatro de operaciones del tiroteo verbal de la política. Un tiroteo verbal, aparentemente inofensivo, que puede convertirse en un disparador de otros tiroteos que ponen en riesgo la democracia y en este caso a una de las figuras más importantes de la política argentina.

Desde hace días, el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta venían recibiendo amenazas de muerte.

El tema no tuvo entidad pública, hasta que el jueves por la noche un joven gatilló un arma a pocos centímetros de la cabeza de Cristina. La bala no salió, por falla del tirador o por milagro.

Pero, esta vez la acción fue más allá de las palabras. Fue un golpe, individual o no. Fue un golpe a la democracia, atacando a una de las representantes con mayor arraigo popular.

Una advertencia, además, para todos los sectores de la vida política del país.

Hace tiempo, venimos planteando que la dirigencia, mayoritariamente, debe replantear los viejos hábitos y vestir un nuevo ropaje consecuente con el contexto de violencia a nivel mundial que estamos viviendo. Violencia que ya hemos conocido a lo largo de nuestra historia y hemos visto las consecuencias.

Violencia que emerge de un laberinto oscuro donde habitan los monstruos, esos que deambulan por los pasillos subterráneos de una humanidad vulnerable y expuesta a las disputas de un poder que trasciende todas las fronteras. Un poder oculto que siembra el odio colectivo para seguir reinando.

Václac Havel, primer presidente de la República Checa y un gran luchador por los derechos humanos, dio una conferencia en 1990 sobre el odio, que en ese tiempo era considerado un tema de preocupación del mundo.

En su discurso, considerado brillante por los líderes del momento, expresó: “Debemos luchar enérgicamente contra cualquiera de los posibles gérmenes del odio colectivo no sólo por principio, sino también porque hay que hacer frente al mal, por nuestro propio interés.”

Los discursos siembran

A pesar que les moleste a ciertos dirigentes la alusión a los discursos del odio, el germen se siembra a través de las palabras y germina en determinados tipos de personas.

“El odio colectivo, compartido, difundido y ahondado por estas personas, tiene una atracción magnética especial con la que consigue hacer entrar a través de su embudo a muchas otras que, originalmente, parecían no poseer la capacidad de odiar. Se trata de gente moralmente pequeña y débil, egoísta, con un espíritu perezoso, incapaz de pensar por sí misma y, por ello, propensa a sucumbir a la sugestiva influencia de los que odian.” Palabras de Havel.

Mientras los odiadores tiran bombas en los medios, en las redes sociales, en los discursos, en los deprimentes debates públicos, los estruendos influyen en las personas propensas a ser influenciadas y que no piensan por sí mismas.

No es un problema para tomarlo a la ligera o convertirlo en una puja de intereses partidarios.

Fue penoso ver algunas escenas aisladas del debate en la sesión especial del Congreso el pasado sábado.

A pesar de la seriedad del asunto que se estaba tratando, no faltaron las chicanas, los cruces verbales, el retiro del recinto de la bancada del PRO o la Izquierda molesta porque no les gustaba una frase de la declaración.

Se necesita el compromiso de todos los espacios representativos de la sociedad para pensar en un proceso de diálogo y paz social.

El pájaro Bherunda

Volviendo a la exposición de Havel en el Congreso de Oslo de 1990, recordamos el último tramo de su discurso que refleja las consecuencias de una sociedad enfrentada:

“Los hindúes tienen una fábula sobre el pájaro mítico Bherunda. Es un pájaro con un cuerpo, pero con dos cuellos, dos cabezas y dos conciencias independientes. A raíz de la continua convivencia, las dos cabezas empezaron a odiarse y decidieron hacerse daño entre sí, por lo que empezaron a tragar piedras y veneno.

El resultado es evidente: el pájaro Bherunda empieza a tener espasmos y muere gimiendo en voz alta. Krishna, con su misericordia ilimitada, lo resucita para que recuerde siempre a los hombres cuál es el final de cualquier odio. Jamás consume solo al odiado, sino siempre y a la vez -y puede que con más fuerza- al que odia.

También nosotros, los que vivimos en las resurgidas democracias europeas, deberíamos recordar esta fábula diariamente: si una de ellas se deja vencer por la tentación de odiar a la otra, todos terminaremos como el pájaro Bherunda. Con la diferencia de que, en esta tierra, difícilmente encontraremos a un Krishna que nos libere de nuestro infortunio.”

Treinta años después de la conferencia de Havel, el odio sigue transitando por los pasillos de las democracias del mundo. La fábula del pájaro Bherunda cayó en el olvido.

Nunca más, es nunca más

La sociedad argentina, mayoritariamente, quiere vivir en democracia y en paz. El pueblo se manifestó en la calle con tranquilidad en diversas ciudades del país. En Villa María, el Concejo Deliberante fue una expresión en defensa de la democracia y en repudio a todo ataque que nos remita a los fantasmas del pasado (Tema del suple del lunes anterior).

En las movilizaciones, se vieron representantes de todas las generaciones. Estuvieron los Baby boomer, la Generación X, los millennials, los Z, los Alpha. La democracia es propiedad de todos. El Nunca más es propiedad de todos.

Nunca más, es nunca más. Un mensaje para los pocos que sueñan con voltear un gobierno elegido en las urnas o sacar del tablero a una candidata o candidato. No hay más lugar para proscripciones, ni golpes blandos.

Los argentinos y argentinas esperan solución a los problemas más urgentes. Inflación, salarios, trabajo, certidumbre económica, justicia confiable, son algunas de las cuestiones que están en la agenda de la mayoría de los habitantes de este bendito país.

Hoy, la campaña electoral, no es de interés para el conjunto de la sociedad.

Los dirigentes que tienen aspiraciones, deberían tomar nota de las señales que emiten los ciudadanos/as y aportar ideas, dialogar, contribuir a la solución de los problemas, apoyar los proyectos que son indispensables y dejar de arrojar al aire palabras cargadas de pólvora mojada que solo sirven para alimentar al pájaro Bherunda.

La paz es el camino.

Ilustración Raúl Olcelli, nota publicada en mi Suplemento Mano a mano de El diario del centro del país.

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