Un Lord y el arte de ser Lady

Un lord con el talento de transformarse en lady. Artista, poeta, sensible hasta perforar la piel. Sus ojos transparentes y su sonrisa cautivan a sus seguidores de Villa Twitter.

Las imágenes que publica son creaciones propias, requieren inversión de dinero y tiempo. El disfruta transformarse en Ella. Puede llegar a ser una bruja, la flor más bella, una francesa tímida, o un clon de Gatúbela.

Es Lord Tamerlan. En una charla informal nos contó una parte de su historia. “Nací un mediodía de julio, durante una nevada. Mayor de tres hermanos, padres de clase trabajadora, tuve una hermosa infancia, no me puedo quejar. Educación religiosa en colegio de curas en la primaria, Liceo Militar en la secundaria. Esa educación influyó (e influye a veces hoy) en decisiones respecto de mi vida.”

Así comenzó la charla con Ale. Habitante de la ciudad Mendótica, según sus propias palabras. Rígida educación que dejó su sello en los sorprendentes caminos de la vida. Se hace camino al andar, escribió Machado. Y Ale lo hizo.

“Comencé a travestirme siendo adolescente, de manera naíf, en fiestas de cumpleaños familiares. Hacía fonomímica de cantantes del momento. Me ponía vestidos de mi mamá y tenía una vecina que me prestaba una peluca rubia de rulos muy copada. Ese era mi vestuario. Calzaba mis zapatillas. Eran shows que realizaba sin darme cuenta, siquiera, que me gustaba mucho. No sé si se puede entender esta supuesta contradicción. Pero así era. Eran acciones naíf, sin otra proyección. Por otra parte, ya había comenzado a hacer teatro, por lo tanto, estas actividades estaban asociadas”, cuenta.

Contradicciones navegando por el cauce de una sociedad apegada a ciertas normas que marginan y estigmatizan a los que se atreven a romperlas. No obstante, el fuego interior es poderoso.

“Solo una vez sentí diferente…y allí comenzó todo. Una tarde me quedé solo en casa. Rara vez ocurría esto, pero esa tarde mis padres y mis hermanos tuvieron eventos y me dejaron en casa. Tuve el impulso de vestirme de mujer, fue una necesidad. La soledad me fogoneaba para hacerlo. Y así lo hice. Me puse un vestido de mi madre, me calcé medias esta vez (la sensación del pantyhose en mis piernas fue deliciosa, orgásmica). Me miré largamente en el espejo y tuve una erección. Antes no me había sucedido cuando hacía los “shows” familiares. Esta vez al contemplarme de mujer me gusté, me excitaron mis piernas, me hizo vibrar ver mi cuerpo con ropas femeninas. No lo resistí y gocé como nunca antes.  Fue maravilloso, intenso, inolvidable.”

El placer de ser Lady, atrapada en el cuerpo de un Lord. Yo pecador, la culpa llegó y junto con ella la negación.

“Sentí culpa, mucha culpa; cité mi educación conservadora y patriarcal, la que tuvo mucho que ver con este sentimiento atroz de culpa, de perversión, de haber pasado una barrera que me estaba vedada porque así lo disponían los preceptos inculcados. Paralelamente también me había percatado qué o quiénes me gustaban. Advertía que, si veía pornografía, mi atención se fijaba en los cuerpos masculinos y sus miembros. Y fue demasiado. Vestirme de mujer, calentarme con los tipos, eran cosas de gay, y yo no debía serlo, no podía, era contra natura, era enfermo. Entonces decidí negarme.

Negué todo, como los que se saben culpables ante el tribunal de la moralina cotidiana. Entendí que masculinidad era igual a pilosidad facial, y me dejé la barba; entendí que masculinidad era estar con lo primero que apareciera y que tuviera vagina. Y lo hice también”, expresó seguidamente Ale en nuestra charla.

Ser o no ser. La gran incógnita en este mundo que marcha inexorablemente hacia ninguna parte.

Ale continuó contando su historia en esta especie de entrevista virtual que nos unió a través de la red social del Pajarito. “Pasó un tiempo y mis padres murieron. Comencé a hacer terapia y solo allí pude hallar el camino hacia mí mismo. Solo entonces admití y acepté ser lo que soy, durante un proceso doloroso pero liberador. Así las cosas, fue que decidí travestirme y hacer un arte de ello, como así también aceptar que si me gustaba un tipo podía calentarme y enamorarme de él porque no eran actos perversos, sino cuestiones vitales para vivir en paz y –en lo posible- ser feliz.

En ese derrotero me pasó de todo. Tuve amores, tuve amantes, fui popular en las redes sociales, me echaron de muchas de ellas porque la fobia a lo distinto continúa imperando por doquier; encontré personas maravillosas y gente de mierda que me hizo daño deliberadamente. He vivido, es así de simple mi historia.”

Mientras escuchaba su relato, de fondo en mi cabeza sonaba una canción: “Amé, también sufrí, y compartí caminos largos…Jamás me arrepentí, si amando di todos mis sueños. Lloré y si reí, fue a mi manera.”

Ale dedica muchas horas al arte. “Soy mi propio fotógrafo, en ocasiones me ha ayudado mi hermana como asistente, pero la mayor de las veces soy yo tomándome las fotos. He invertido durante casi dos décadas en maquillaje, ropa, depilación, zapatos de talla grande, etc. Y es una inversión que he hecho con gusto porque me reporta placer, mucho placer y eso no tiene precio”, expresó.

Al finalizar nos deja este concepto: “Me pueden llamar actor, actor transformista, travestido, crossdresser, como quieran. Yo sé qué y quién soy, y eso me basta.”

Eso le basta. Todo un Lord, toda una Lady.

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