Albert Camus: “Nadie será libre mientras haya plagas”

Albert Camus fue un escritor, filósofo, periodista, el 1957 recibió el Premio Nobel de Literatura. Entre sus obras se encuentra una novela llamada La Peste. Habla de una epidemia en Orán y va analizando la búsqueda de los valores del ser humano en medio de la pandemia.

En la novela, publicada en 1947, Camus apunta a la crisis moral que provoca la situación sorpresiva, pero rescata la dignidad y la fraternidad de los que están dispuesto al sacrificio para cuidar a los demás.

Por un lado, el individualismo, el egoísmo, la miserabilidad y por otro el altruismo, la solidaridad, el honor. La peste ataca a la ciudad, cuyos habitantes están sumidos en la importancia de lo material y no se interesan por la existencia del otro.

La pandemia obliga al aislamiento y van surgiendo las reflexiones propias relacionadas con la esencia del ser humano. Un fragmento del libro transcribo a continuación:

“Las plagas, en efecto, son una cosa común, pero es difícil creer en las plagas cuando las ve uno caer sobre su cabeza. Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas.

El doctor Rieux estaba desprevenido como lo estaban nuestros ciudadanos y por esto hay que comprender sus dudas. Por esto hay que comprender también que se callara, indeciso entre la inquietud y la confianza. Cuando estalla una guerra las gentes se dicen: “Esto no puede durar, es demasiado estúpido.”

Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas.

La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto, el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones.

Nuestros conciudadanos no eran más culpables que otros, se olvidaban de ser modestos, eso es todo, y pensaban que todavía todo era posible para ellos, lo cual daba por supuesto que las plagas eran imposibles. Continuaban haciendo negocios, planeando viajes y teniendo opiniones. ¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones?

Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas.”

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