Cuando el pueblo llora, cuando el mundo llora

Cuando el pueblo llora, riega los campos sembrados de amor. Cuando el pueblo llora, las malezas invaden las tierras del odio.

Cuando el pueblo llora. La belleza del cielo se potencia y el fuego del infierno se repliega.

Cuando el pueblo llora, La Parca se asusta de la misión que le tocó, por ser simplemente una parca, una figura al servicio de la Nada que pretende ganarle una batalla al Todo.

Cuando el pueblo llora, el Infinito juega su mejor partida y el finito voltea su rey, en el tablero, aceptando el jaque.

Nadie muere, literalmente, si el pueblo llora.

Nadie se va, si el pueblo llora.

Nadie se va, si alguien llora.

La dueña de la Guadaña sabe que volvió a crear un humano inmortal. En su oscuro paso por los pasillos del mundo, sabe que hay seres más poderosos. Seres que nacieron para ser eternos, en un corazón o en millones de corazones.

Todos, sin excepción, tenemos en nuestra vida un ser eterno.

Todos, los pueblos, tienen un ser eterno.

Pocas veces, el mundo, comparte un ser eterno.

Pocas veces, en los distintos y diversos rincones del planeta, se siente la presencia o la ausencia de un ser eterno.

Los argentinos/as, hoy despedimos y a la vez le dimos la bienvenida a un pibe de nombre Diego, a un hombre, que nació para brillar por siempre. Un pibe, un hombre que pagó un alto costo por su genialidad.

Un pibe, un hombre que con su talento dio felicidad a millones. Y tal vez, la felicidad no siempre le fue fiel.

El pibe cumplió su sueño, y generó el sueño de miles de pibes excluidos del sistema.

El pibe fue creciendo, y regando ilusiones a su paso. Dios le dio una mano y el Diablo indignado le pasó factura.

En los pasillos del Averno, susurran que murió solo y sin amor.

Si se asoman al balcón, verán que tiene tanto amor que la palabra murió es una anécdota sin ningún fundamento.

Diego Maradona, eterno.

 

 

Imagen publicada en la página web de Casa Rosada

También puede gustarle...