El juego de las ilusiones, el gran jurado y un tal Paker

Las ilusiones, a veces, me recuerdan el castillo de naipes que hacíamos de niños, cuando no existían los trucos virtuales. Y construíamos puentes, refugios y túneles con las cartas. Siempre agregábamos un piso más, disfrutando la adrenalina de ser más hábiles que los suspiros que podían derrumbarlo. Mientras más cartas, más riesgos, más emoción. En algún momento, la caída era inevitable.

Entonces juntábamos cada una de las figuras, barajábamos y volvíamos a empezar el juego de las ilusiones. Se mezclaban el rey, la reina, el caballo, la sota, las figuras y los números, los oros y las copas, los bastos y las espadas. No importaba el valor extrínseco o intrínseco, todas eran útiles para armar el castillo de las ilusiones.

De pronto, el programa “Canta conmigo ahora”, conducido por Marcelo Tinelli, me remonta a esas épocas de los castillos de naipes.

El escenario majestuoso, los palcos con luces rojas y amarillas que sienta en sus tronos a los espectadores privilegiados del jurado, la platea encendida por el fuego de la esperanza y detrás de escena los participantes. Hombres y mujeres ansiosos por construir su castillo de naipes, en cada carta un sueño que los acompaña desde la infancia.

En un segundo; tan largo como una vida, la música indica que llegó el momento. Con pasos seguros, respiración profunda, una percha de mariposas en el estómago; los concursantes van en busca de ganar una partida.

Llegó el momento de repartir la baraja y entrar al juego. Frente a frente con los 100 artistas que, de diversas maneras han logrado llegar a los altos del castillo.

Y allí están, apostando todo al juego de las ilusiones. Siguiendo el perfume de los sueños que Marcelo les ofrece.

Algunos/as logran poner la carta más alta, otros vuelven a juntar las figuras para volver a empezar.

 Mujeres en el podio

Si bien nací y crecí entre bambalinas, el camino me fue llevando hacia ese oficio de papel y tinta, de grandes titulares, de copetes y negritas. Mi pasión por la gráfica, la lectura y la radio me alejó del hábito de ver televisión. El televisor en casa está prendido para escuchar las noticias.

Por primera vez, en mucho tiempo, me rencontré con mi sofá preferido para ver un programa entero de la tele.

Por primera vez, en mucho tiempo, sentí un mundo de sensaciones (gracias Sandro por darme la frase).

Puedo decir, sin temor a ser cursi, que “Canta conmigo ahora” es un espacio que emociona. Tiene algo de la magia del teatro. Tiene algo que nos hacer mirar el país en su totalidad y comprobar que el talento no reina sólo en la General Paz.

El interior profundo está presente, de Norte a Sur, de Oeste a Este. La mujer tiene una presencia fuerte. Hasta el punto que la mayoría de las voces femeninas llegan al podio.

Generalmente, escribo sobre política, he cubierto los espectáculos más importantes de mi ciudad, pero nunca se me ocurrió expresarme sobre un programa de televisión.

Hoy, sentí la necesidad de rescatar lo bien hecho, más en un momento en que prima la crítica, la descalificación, la ira, las noticias falsas.

Tinelli, en esta producción basada en un programa del Reino Unido llamado “Todos juntos ahora”, combina con acierto aspectos de la vida de los concursantes y, más allá del show, maneja el punto justo entre el equilibrio y la exageración.

Jurados de alto tenor

Rojo y amarillo. Las dos luces juegan en ese lugar apabullante que ocupa el jurado. El palco de los 100. Artistas, cantantes. Los más diversos exponentes de los diversos géneros de la música. Alto tenor, profes, compositores, conocidos, reconocidos. Todos y todas con sus vestuarios, algunos más extravagantes que otros. Todos y todas con su cultura, con sus ideas, con sus miradas, con sus gustos, con sus experiencias.

Todos y todas exitosos y exitosas. Algunos muy famosos, otros no tanto. Pero la fama no hace al río, es simplemente la espuma, según Tagore. Lo importante es el río.

Jurados que se expresan con mucho respeto al calificar al concursante, algo no muy común en este tipo de competencias.

Entre luces rojas y amarillas, están los que vienen hace años construyendo el castillo de naipes, barajando, juntando las figuras y volviendo a construirlo.

Seguramente, están quienes cuestionarán a las figuras elegidas, los críticos crónicos nunca faltan y siempre hacen falta.

Lo importante, es que están allí. Ya hasta el momento, sus decisiones han sido muy acertadas.

Un tal “Paker”

En ese jurado, apareció un villano. No podía ser de otra manera. Sin un villano, no hay historia posible. Un tal “Paker”. El personaje me atrapó desde el primer momento.

Su sombrero, su vestimenta, me recordó al protagonista de uno de mis primeros cuentos. El relato, que hice hace más de 30 años, narraba la historia de un niño soñador que un día escapó de su hogar para ir en busca de un cofre que lo liberaría de su supuesto destino para conducirlo a un mundo nuevo.

El tal “Paker”, se ganó el apodo de villano por no pararse nunca a la hora de la votación.

“Paker nunca se para, qué le pasa”, susurraban los unos. “Es un soberbio que quiere figurar”, murmuraban los otros.

“Parate Paker”, gritaban a su lado.  Él se mantenía inmutable.

¿Y quién es él?, se preguntaban los que adoran chismosear.

El se llama Alejandro Paker, nació en Rosario un 16 de septiembre. Es un artista con todas las letras. Un luchador por sus sueños, un trabajador por sus sueños.

Hizo cine, teatro, comedia musical, televisión. El es un río, como el que mencionaba Tagore, un río que sigue su curso más allá de la espuma.

Paker, según creo, tiene un talento para ver más allá de lo que está en la superficie.

Logra meterse en la profundidad de quien desea ser artista.

Y cuando se para, lo hizo pocas veces, es porque captó el alma de quien interpreta una canción para cumplir su sueño.

En este juego de ilusiones, no basta con tener buen pulso para acomodar las cartas(notas), es necesario tener la pasión necesaria para no rendirse y seguir peleando por ganar la partida.

Seguir peleando para que el juego de las ilusiones nunca termine.

 

 

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