“Es curioso, uno cierra los ojos y el mundo desaparece”

A los genios no se los despide. Ellos nunca se van. Son eternos. Están presentes en su obra, en la mirada profunda, humanista, comprometida. En la percepción del mundo raro que, a pesar de los avances en la inteligencia artificial, no logró subsanar sus errores. Un mundo que no pudo resolver los principales problemas de su existencia.

Se fue un maestro. ¿Se fue?

Tal vez, simplemente el genio decidió viajar a otras dimensiones. Tal vez, se llevó su block de notas, su crayón para seguir dibujando, inventando nuevas palabras, soñando con una humanidad que deje de ser, simplemente, “un sándwich entre el cielo y la tierra”.

“Es curioso, uno cierra los ojos y el mundo desaparece”. El maestro, autor de la frase, cerró los ojos, un día después del cumpleaños de su personaje emblemático, Mafalda.

Cerró los ojos. Y millones de lágrimas se derramaron cubriendo los intrincados senderos del Planeta agredido por el fuego, la pandemia y los pecados del capitalismo sin corazón.

Muchas veces me he preguntado, en los últimos años, qué habrá sido de la vida de Mafalda. Esa niña que se atrevía a pensar, que tenía amigos diferentes, cada uno con su pensamiento que reflejaba las distintas miradas de una sociedad que, a todas luces o sombras, parece seguir sin cambios.

En esas geniales historietas estaban todos. Los idealistas, los materialistas, los individualistas, los liberales, los sensibles y los insensibles. En esa época pintada, magistralmente, por Quino no existían los trolls bien pagos, ni los cultores del marketing político. Existían las botas, la imposición política, la censura.

“Otra vez sopa”, era la frase, la metáfora utilizada para definir los golpes a la democracia.

No se hablaba de la posverdad, pero sí se hablaba del Fondo Monetario y de un mundo sin arreglo. Sí se hablaba con humor y angustia de un país dependiente.

En esos tiempos convulsionados, el amor no era una palabra aguda sin tilde, era una elección de vida. Una forma de conectarse, de abrazarse, de resistir. Un sentimiento puro en medio de la impureza del odio. Una rebeldía en medio de la desesperanza.

Mafalda, cumplió 56 años el 29 de septiembre.

La niña irreverente, se publicó por primera vez el 29 de septiembre 1964 en el semanario Primera Plana de Buenos Aires. El 9 de marzo de 1965, con el paso de las tiras cómicas al periódico El Mundo (en el que Quino publicará seis tiras por semana), se inicia el imparable éxito del personaje, que cruza las fronteras nacionales para conquistar América del Sur y luego se extiende a Europa, ganando una posición de liderazgo en el imaginario colectivo.

La niña convencida de que “podemos cambiar el mundo antes que el mundo nos cambie a nosotros”.

La niña que nunca dejó de ser niña.

Los buenos y los malos

En la autobiografía publicada en la página oficial de Quino podemos leer el siguiente texto:

“Un negro se lamentaba, a la orilla del mar: ¡Quién fuera blanco! (lloraba), aunque fuese catalán. Al son de esta nana nace, en 1932, en Mendoza (Argentina) un bebé llamado Joaquín Salvador Lavado Tejón, ‘Quino’, de padres andaluces.

Como papá y mamá son españoles, todos los españoles son personas estupendas.

Pero a los 4 años (1936) el pequeño Quino descubre que andan por ahí unos españoles malísimos, que están matando a los españoles buenos.

Alemanes, italianos, curas y monjas son personas malísimas porque están de parte de los españoles malos.

En cambio, hay catalanes que han dejado de ser malos y ayudan a los españoles buenos. Sálvese quien pueda (1939). Han ganado los malos.

Pero el pequeño Quino ya va a la escuela y allí aprende que los que son buenos de verdad son los argentinos.

Para intentar deshacer el embrollo, el pequeño Quino se pone a dibujar, en silencio”.

Con su humor particular, Quino cuenta su historia de vida. Mira desde los ojos de niño el bien y el mal que ronda por el mundo. Apunta cómo buenos y malos van cambiando sus roles en medio de la guerra.

“En 1954, tras enterarse de que los italianos, los alemanes y los japoneses no son al fin y al cabo tan malos, y que los ingleses, los norteamericanos y los franceses tampoco son tan buenos, se traslada a Buenos Aires, donde empieza a publicar sus viñetas”, señala en su autobiografía.

Ese dilema de quiénes son los buenos y los malos es lo que trata de dilucidar Mafalda.

El humor político

Quino fue uno de los máximos exponentes del humor político. Argentina se caracterizó por tener excelentes humoristas en dicho terreno. Sin embargo, Quino se definía como un humanista y solía decir que él era una mezcla de Felipe y Miguelito.

En una de las entrevistas expresó sobre sus personajes: “Supongo que me debo parecer a todos. En Susanita y Manolito he puesto lo que más me molesta de mí”.

Un día, en 1973, se cansó de “hacer siempre lo mismo”. La tira, tan exitosa, llegó a su fin. Cuando le preguntaron los motivos de esta decisión indicó: “Hubo un tipo que fue maestro de los dibujantes de mi generación, Oski, y él nos decía que nunca nos metiéramos con un personaje fijo y si nos metíamos, agarráramos una tira y tapáramos el último cuadrito con la mano. Si el lector adivina cómo va a terminar, ahí hay que dejar de hacerlo. Me pareció un buen momento y no me imaginé que tantos años después fuera a seguir vigente”.

El niño Joaquín siempre quiso ser dibujante. Fue su vocación sin pensar que su talento recorrería el mundo y le depararía premios y grandes reconocimientos.

Las diversas entrevistas, que le realizaron a lo largo de su trayectoria, muestran su humildad, la capacidad de encontrar el humor en los momentos más complejos, la grandeza de reconocer que sus personajes son dibujos, aunque se parezcan tanto a personas de carne y hueso.

A los 88 años, el genio cerró los ojos. Posiblemente, imaginando que despertaría en un mundo mejor, lleno de paz, donde los unos y los otros, o los otros y los unos se amen.

Un mundo donde no existieran los palitos para “abollar ideologías”, las llaves de la felicidad pudieran copiarse, las bibliotecas fueran más importantes que los bancos y la desigualdad fuera un mal sueño.

Un mundo que no aplaste a los humanos en su marcha, que los pobres sures no sufran la opresión de los nortes, que tenga más personas interesantes que interesadas.

El genio cerró los ojos. Ojalá la humanidad los abra, antes que el mundo desaparezca.

Quino, siempre presente.

 

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