Lo que el “pobre” Pichetto se niega a ver

Está allí, durmiendo en la calle, abrazada a un niño, tiritando de frío. Está allí, codo a codo con cientos que ya han dejado de ser pobres para caer en el pozo de la miseria. Porque la pobreza es la lucha diaria por sobrevivir, pero la miseria llega cuando se es despreciado, cuando te convertís en un cero a la izquierda, en una persona indigna de ser escuchada, en un ser inferior para un sector que se cree superior, sin serlo. En un ser, sin derecho a la comida.

Está allí, acurrucando al pequeño, tratando de ser visible para un gobierno que le ofrece al altar del Dios Mercado el sacrificio de la mayoría de sus representados, sin remordimientos. Está allí, acompañando a sus vecinos, a los millones de marginados, a los que le arrebataron la dignidad humana, para introducirla en un depósito de la rueda de la bicicleta financiera.

Está allí, llorando las lágrimas que se escurren entre el cemento de una ciudad, con una mayoría que prioriza el asfalto y ridiculiza el hambre. Una mayoría que se queja de los cortes y festeja los recortes. Que paga sin chistar a los trolls, inventores de mentira, que tiene miedo del comunismo y no tiene idea qué es el comunismo. Una ciudad que repite “se robaron un PBI”, y apoya que se hayan fugado un FMI y mucho más.

Está allí, en medio del Todo, intentando dejar de ser nada, luchando por dejar de ser Nada.

Está allí, ¿la vemos o no la vemos?… esa es la pregunta.

Pichetto no la ve, este señor dijo que el “hambre es un invento”. Pobre señor, que vivió toda su vida del peronismo y hoy se cree rico hablando en un palco amarillo. Pobre señor.

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