Tengo un tractor amarillo

“Este es un mitín de viudos tristes” Arturo Jauretche

“Volver a la Argentina del siglo XIX, por las buenas o por las malas”. Palabras dichas por un productor agropecuario referente de la agrupación Campo+Ciudad y uno de los impulsores del tractorazo del pasado sábado.

“Queremos nuestro país de vuelta”, agregó el personaje de boina en un programa televisivo de C5N.

O sea, el país de ellos. No, el de todos. Al escucharlo vino a mi memoria un comentario de Arturo Jauretche sobre los seguidores de la Unión Democrática en 1945 y que se oponían a Juan Domingo Perón. “Este es un mitín de viudos tristes”, dijo Don Arturo a un amigo. “Esa gente se había parado en el tiempo. No comprendía que el país daba un salto adelante”.

La Argentina del siglo XIX, la de las guerras civiles, la conquista del Desierto, la República conservadora que eliminó a los pueblos originarios, se apropió de las tierras y convirtió a mujeres y niños en esclavos de unos pocos estancieros. La del fraude electoral.

No es descabellado que el señor productor, descendiente de inmigrantes por su apellido, añore volver a esos tiempos, cuando los ingleses eran dueños de bancos, frigoríficos y ferrocarriles. Y las fértiles tierras de la llanura pampeana estaban en manos de un reducido grupo de estancieros, fundamentalmente porteños.

Los modelos económicos se caracterizaron por la fuerte acumulación de la riqueza en manos de un sector de la aristocracia ganadera y una marcada exclusión de los trabajadores.

En 1866, bajo el gobierno de Bartolomé Mitre, se fundó la Sociedad Rural. La entidad agrupó a los grandes propietarios de tierras dedicadas a la agricultura y la ganadería. Desde su inicio, como era previsible, tuvo un rol sobresaliente en la política y economía, entre ellas la financiación de la Campaña del Desierto. Varios de sus miembros fueron parte de los gobiernos de la época.

La Argentina del siglo XIX. El campo no eran todos, era la patronal. La que manejaba los hilos y estaba en conflicto permanente con los pequeños productores locales.

Los estancieros que se sentían cómodos con los gobiernos de la República conservadora “iluminada” con las luces del imperio británico.

Los que tenían el lema “Cultivar el suelo es servir a la Patria”.

Los ancestros de los viudos tristes.

Siglo XX, problemático  y febril

El voto universal y secreto no fue del agrado de los “patrones de estancia”. Así se le decía en el subsuelo a quienes hacían lo que querían basados en el dinero y el poder.

Ya en 1912, se gestó una rebelión en el pueblo santafesino de Alcorta, una huelga agraria de grandes proporciones que se extendió en varias provincias. Fue el grito de los chacareros (muchos de ellos “gringos”), contra el elevado precio de los arrendamientos rurales. Así nació la Federación Agraria en defensa de sus intereses para discutir con la patronal.

La Sociedad Rural comenzó a tener conflictos con los gobiernos democráticos, entre ellos el de Hipólito Yrigoyen y el de Juan Domingo Perón. El siglo XX se transformó en problemático y febril.

El 31 de agosto de 1930, durante la tradicional Exposición de la Sociedad Rural, el ministro de Agricultura del presidente Hipólito Yrigoyen, Juan B. Fleitas, fue abucheado e insultado, por un público que había llevado pitos de metal para manifestar su rechazo colectivamente y reclamaba a viva voz el derrocamiento y asesinato del presidente constitucional. Cualquier parecido con la actualidad no es pura coincidencia.

Seis días después le dieron el golpe de Estado a Yrigoyen.

El 18 de noviembre de 1944 se promulgó el estatuto del peón. La medida fue impulsada por el entonces secretario de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón para regular las condiciones de trabajo de los trabajadores rurales, hasta el momento sumergido en prácticas del siglo XIX.

“Sé bien que no agrada a algunos explotadores sin conciencia. Sé también que será motivo de crítica por parte de algunos merodeadores de las grandes empresas y escribas sin escrúpulos al servicio de los vacunos, que ya han visto mal que yo defienda con más entusiasmo el perfeccionamiento de la raza humana que el de los toros y los perros argentinos”, expresó Perón al respecto.

Por supuesto, los sectores empresarios del campo le hicieron la cruz a ese coronel que se atrevía a romper las reglas de los patrones de estancia.

La anécdota de Patrón Costa

Robustiano Patrón Costa fue un empresario que gobernó Salta entre 1913 y 1916. Fue uno de los fundadores del Partido Demócrata Nacional y precandidato a presidente en 1943. Fue un férreo opositor a Perón.

Hay una anécdota que escuché de boca de mis abuelos. Los comentarios le atribuían a Patrón Costa la siguiente frase: “Lo que yo nunca le voy a perdonar a Perón es que durante su gobierno y luego, también, el negrito que venía a pelear por su salario se atrevía a mirarnos a los ojos. ¡Ya no pedía, discutía!”

Toda una definición, el peón se atrevía a mirarlo a los ojos y eso era imperdonable.

Esa es la Argentina que quieren, seguramente. La de virreyes y súbditos.

Y entonces un sector, que no es todo el campo, sale en sus vehículos modernos y toman como símbolo el tractor.

Un símbolo de “cultivar el suelo es servir a la Patria” y no al revés, como consideran ahora los mismos que la eligieron como lema en el siglo XIX.

El mismo sector que apoyó la Revolución Libertadora, y las dictaduras subsiguientes.

Los mismos que abuchearon a Raúl Alfonsín el 13 de agosto de 1988 y lo llevaron a retirarse ante de inaugurar la tradicional exposición de la Sociedad Rural.

“Estas manifestaciones no se producen en tiempos de dictadura, aunque parece que algunos comportamientos no se consustancian con la democracia, porque es una actitud fascista no escuchar al orador. No creo realmente que sean productores agropecuarios los que tiene este comportamiento, son los que muertos de miedo se han quedado en silencio cuando han venido acá a hablar en representación de la dictadura. Y son también los que se han equivocado y han aplaudido a quienes han venido a destruir la producción agraria argentina, no son los productores agropecuarios”, dijo Alfonsín a los medios ese día.

Ellos no son el campo, el campo es mucho más que un gran negocio para ganar más y más. El campo es la fuente de los alimentos en la mesa de los argentinos, es una fuente de trabajo para millones que aman cultivar la tierra fértil que la naturaleza nos regaló.

El campo no es un grupo de dirigentes con intereses políticos personales presentes en una marcha. El campo no es un grupo de avaros violentos colgando la foto de personas en una reja con bolsas mortuorias.

Los piquetes de la abundancia

A principios del siglo XXI, la situación de los productores agropecuarios era muy complicada. Muchos tenían banderas de remate en sus tierras. La salida de la convertibilidad decidida por Eduardo Duhalde, el precio de la soja en 2005 fueron algunos de los factores que determinaron la recuperación de la economía durante la Presidencia de Néstor Kirchner. Por ende, la recuperación del sector agropecuario.

En 2008, ardió Troya con la Resolución 125, ideada por el ministro de Economía de ese momento, Martín Lousteau. Es importante recordarlo, ya que hoy es senador de la oposición que impulsa la protesta de los tractores.

Fue un momento límite para el país. Todos y todas lo recuerdan. Paro, leche tirada, cortes de ruta prolongado en el tiempo.

Fue una decisión de la llamada Mesa de Enlace en contra de las retenciones móviles decididas por el gobierno recién asumido de Cristina y diagramada por su ministro Lousteau.

Fue una rebelión patronal. Eso debe quedar claro. Fue utilizada políticamente por la oposición. Eso debe quedar claro.

Generó un conflicto dentro del mismo gobierno. Sí.

El gobierno manejó mal la situación. Es probable con el diario del lunes.

La medida tuvo fines golpistas. Es probable.

La medida de la patronal duró exactamente 129 días.

Según el censo agropecuario de 2002, 484 personas poseían el 12,4 de las tierras con más de diez mil hectáreas. El valor de la hectárea había pasado de 2.500 dólares en 2002 a 15.000 dólares en 2008.

Podemos hacer un libro con los datos que se poseen.

Las retenciones fueron un mecanismo impuesto en 1862 por Mitre, el país del siglo XIX.

Las dictaduras también la impusieron y en su momento superaron el 40%, sin quejas.

Según Télam, la Bolsa de Comercio de Rosario vaticinó un crecimiento de las exportaciones de granos y derivados de 8% interanual en 2022, con una facturación récord de alrededor de US$ 41.053 millones, impulsada por el salto en los valores de las commodities agrícolas.

El valor de los despachos aumentaría en u$s3.004 millones respecto a 2021 y u$s2.442 millones respecto a la proyección realizada por la entidad en marzo pasado.

No obstante, este incremento los derechos de exportación se mantuvieron sin cambios, con la soja tributando 33% y el maíz y el trigo, 12%, mientras que, a los subproductos de la oleaginosa, como lo son el aceite y la harina, se les quitó el diferencial por ser productos procesados y alcanzó nuevamente la alícuota del 33%.

Datos que nos permiten analizar, a través del estudio de la historia, que la protesta del pasado sábado no tiene nada que ver con el campo en su generalidad.

Tiene que ver con ese grupo de “viudos tristes” que quiere retornar a la Argentina del siglo XIX o de 2019. Ese grupo que quiere proclamarse “dueño de un país que les importa muy poco”, ese grupo que fue clave en los golpes de 1930, 1955, 1976, 1988, entre otros.

Ese grupo que pretende un golpe en 2022.

Los descendientes de los viudos tristes.

Nota publicada en mi Suplemento político de El Diario del centro del país, con ilustración de mi compañero de trabajo Raúl Olcelli

También puede gustarle...