No todo es lo que parece ¿o sí?
Posiciones encontradas. Enfrentamientos por las redes, ataques y defensas. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional disparó una serie de escenas confusas para los espectadores, más preocupados por sus problemas cotidianos que por el libreto de los dirigentes políticos.
La trama principal seguirá siendo protagonista esta semana, en la Cámara Alta, o Cámara de los “lores”, como la llaman algunos, en voz baja y con ironía.
Tras la media sanción en Diputados, el Gobierno quiere tener la aprobación el próximo jueves, antes del vencimiento de uno de los abultados pagos al organismo internacional, comprometido en el pacto firmado por el expresidente Mauricio Macri.
Para lograr convertir en ley la iniciativa, en un tratamiento rápido sobre tablas, se necesita el 2/3 de los integrantes de la cámara: 48 senadores.
En el entorno de Alberto Fernández aseguran que los votos están. Las cuentas las hacen en base a un sector de legisladores propios, y de la oposición. Con optimismo, estiman lograr unos 55 votos, de los 72 que integran el cuerpo.
Teniendo como reflejo lo ocurrido en Diputados, consideran que el grupo más duro del kirchnerismo votará en contra, tal como lo hicieron los que responden a La Cámpora la semana que pasó.
“El acuerdo va a salir”, dicen los más próximos al presidente. Por su lado, José Mayans, el titular del bloque del Frente de Todos, indicó que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner le dio instrucciones para dar rápido “tratamiento” al texto enviado por el cuerpo que preside Sergio Massa.
Desde la Casa Rosada, han tratado de no enturbiar más las aguas hasta tanto el famoso acuerdo se convierta en ley y enviarlo al directorio del FMI.
Un alto costo
Sumada a la pesada deuda externa que debe afrontar el país, el Frente de Todos tiene que pagar un alto costo interno por las disputas que trajo este nuevo contrato con el Fondo.
Los roces entre dirigentes de la coalición gobernante, subieron la temperatura en los últimos días, ocupando las tapas de los medios masivos y generando intensos debates en las redes sociales. Cualquier motivo fue usado para “pegarle” al primer mandatario.
El fuego “amigo” cobró intensidad porque Alberto no “tuiteó” un repudio al ataque a piedrazos que hizo un grupo de manifestantes al despacho de la vicepresidenta Cristina.
El encargado de prender la leña fue el Cuervo Larroque, el encargado de apagarla en un extenso “hilo” de Twitter fue el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández. “No es así. El presidente se comunicó con ella y me llamó a mí instruyéndome para que actuemos con rigor como lo hicimos y sin reprimir”. “Tantos años he pasado al lado de Cristina y Néstor que los asumo como familia. Como responsable de la seguridad me ocupé del cuidado de Cristina sin que se diera cuenta, con personal de civil”, escribió Aníbal. Seguidamente, aclaró que “en estos momentos estamos abocados a identificar a los responsables de los desmanes, sabiendo que los piedrazos a la oficina de Cristina, fueron deliberados. Sin duda”.
Si bien intentan bajar los decibeles, a las disputas internas, se nota que las elecciones de 2023 ya entraron a jugar en el escenario.
La bolsa de gatos
Siempre vuelve al libreto la famosa frase de Juan Domingo Perón: “Los peronistas somos como los gatos. Parece que nos estamos peleando y en realidad nos estamos reproduciendo.”
La unidad no se va a romper, repiten en todos los idiomas los más “centrados” del Frente. Nuevamente, en la historia de este país, está el cuco. En 1983, la consigna fue “Democracia o dictadura”, en la década del 90 “Convertibilidad o inflación”, en 2015 “Nosotros o vuelve Cristina”, y ahora “Nos unimos o vuelven ellos”.
Siempre hay un cuco o una cuca. Y, sistemáticamente, los dirigentes libran sus propias batallas de egos y se alejan del sentir de la sociedad.
Siempre, además, hay algunos iluminados que tienen la solución para todo y no pasan de las críticas permanentes a quienes tiene la responsabilidad de gobernar, en los diversos ámbitos, un país tan complejo como el nuestro.
Mientras tanto, en las plateas y en las tribunas, el pueblo (como le llaman unos) o la gente (como le llaman otros) espera que la inflación no le triture el salario, tener trabajo, una vivienda, una situación que mejore su calidad de vida.
Los que, día a día, luchan por llegar a fin de mes, no tienen tiempo de interesarse en las operetas de los que hablan mucho y hacen poco.
Si el acuerdo con el Fondo, hace que despegue la economía, será bienvenido y la sociedad lo reconocerá en su modo de vida.
Los jinetes que predicen el apocalipsis, seguirán con su cabalgata por caminos menos concurridos.
Si las cosas salen mal, nadie se salvará. Ni los todos, ni los juntos.
Porque, como dijo Aristóteles y repitió Perón, “la única verdad es la realidad”.
Y en este tiempo de posverdad y delirios “nada es lo que parece”. ¿O sí?
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