Esa maldita inflación

“No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados”. Adam Smith

Semana de agosto conflictiva. Jueces y fiscales en la mira, sobrefacturaciones bajo la lupa, protestas de movimientos sociales, reclamos del campo, internas partidarias, pesimismo y optimismo danzando bajo la lluvia y la súper luna de agosto.

En este combo, tan humano y tan argentino, un dato que se esperaba. Una espina en el centro de los sectores denominados (bien o mal) medios y bajos.  En realidad, la población más expuesta al manejo individualista y codicioso de los grupos más beneficiados de la economía.

Los argentinos y argentinos, en su mayoría, tenemos grabados en nuestra memoria las crisis, los cambios en los nombres de las monedas, el quite de ceros en nuestros pesos históricos, la decadencia del valor de los billetes que tienen una duración efímera en las manos.

Estamos curtidos, podría decirse, en procesos inflacionarios, desaparición de los ahorros entre las rejas de un corralito, quiebras de pequeños negocios, trueques, cuasi monedas con nombres raros de bonos provinciales para pagar los salarios.

Sabemos, por leer la historia y por experiencia personal, que tuvimos pesos moneda nacional, pesos Ley 18.188 con dos ceros menos, pesos argentinos con cuatro ceros menos, australes con un agregado de tres ceros menos y luego un peso valor un dólar.

A esta altura, ya habíamos perdido la cuenta del alto porcentaje con muchos ceros a la derecha que devaluó nuestra querida o malquerida moneda.

“No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados.” Frases de Adam Smith, filósofo y economista escocés, considerado uno de los mayores exponentes de la economía.

El padre de la economía política resaltaba que “dónde hay riqueza, hay desigualdad, y que la opulencia de unos pocos, era causal de la pobreza de muchos”.

Sus obras son del siglo 18. Pasaron tres siglos y nada cambió. A veces, es doloroso repetir siempre lo mismo. A veces, es doloroso escribir sabiendo que la codicia de una minoría es el padecimiento de la mayoría. Por los siglos de los siglos.

Podemos terminar la frase con un Amén, que es la conformidad a los que otros hacen y tiene su valor. O terminarla sin tilde con un “amen”, que es la esperanza de una humanidad mejor y tiene su valor.

No puede haber una sociedad floreciente, si la mayoría de sus integrantes viven en la incertidumbre de no llegar a fin de mes.

El fantasma de la inflación

Durante los últimos 100 años, la tasa de inflación promedio en Argentina fue de 105% anual, siendo el máximo histórico de 3.079% en 1989. ¡Una locura!

El país de las espigas doradas, de las tierras fértiles, de la capacidad de alimentar -según los dichos- a 400 millones de personas, no puede servir una buena mesa a sus habitantes. En este país, por sus características, no debería existir la carencia alimentaria y, por ende, la pobreza.

Y existe, desde hace años. Pueden variar los porcentajes, en más o en menos. Pero existe. Desde 1974, en su menor índice, de un 4%, hasta hoy, siempre estuvo en los dos dígitos.

¿Qué nos pasó? ¿Por qué los diferentes gobiernos no pudieron solucionar un problema tan importante? En casi 40 años de democracia, con altibajos de menos y más, sigue habiendo millones de pobres.

En más de 200 años de nuestra supuesta independencia, seguimos siendo un país dependiente.

¿En qué fallamos, en lo político y como pueblo?

Son interrogantes. Porque nada de los que nos pasa es casualidad, mala suerte o culpa de la embajada o “de la subida”.

El problema está puertas adentro y no afuera.

Precios voladores

Alerta. La inflación de julio fue 7,4%. Todo aumentó. Problemas para el consumidor, problemas para los pequeños comerciantes, para los almacenes de barrios. Problemas para todos y todas.

Aumentaron los precios de los principales productos de la canasta familiar. Miramos los porcentajes y vemos que, en julio, los alimentos y bebidas sin alcohol se incrementaron en un 6% y en lo que va del año, un 48%.

En nuestra región, el pan y cereales aumentaron este año (desde enero a julio) un 54,9%, las carnes un 40,7%, los productos lácteos y los huevos un 51,1%, el aceite y otras materias grasas un 51,8 %, los azúcares y dulces un 52,6%, y las verduras, en nuestra región fértil, un 84,4%.

La mayoría de los productos con grandes aumentos este año son de producción nacional, no tienen nada que ver con el dólar.

Seguimos con los datos del INDEC.  En los primeros siete meses del año: recreación y cultura, 44%; equipamiento y mantenimiento de hogares, 46,4%, restaurantes y hoteles, 53,7%; prendas de vestir y calzado, 56,5%; bienes y servicios, 43,5%; salud, 46,9%; educación, 48,2%; comunicación, 27,7%; y viviendas y servicios, 36,3%.

Los mayores incrementos están en alimentos, bebidas e indumentaria. Lo principal de una canasta básica.

El pan nuestro de cada día

En la región pampeana, el pan nuestro de cada día es más barato que en el Gran Buenos Aires. Según el INDEC, en nuestra provincia, el precio por kilo es de $282,23. Mientras que en GBA es de $327,39 y en la Patagonia, de $326,17.

Cada región tiene un precio distinto para el producto principal de la mesa de los argentinos y argentinas.

Con otros productos pasa lo mismo. La inflación fue el fantasma que nos persiguió siempre, hasta el punto que llevó a cinco cambios en la moneda nacional desde 1881 a 1992, que nació el peso vigente en la actualidad.

El 15 de abril de 1969 se cambió el signo monetario por el peso Ley 18.188. La nueva moneda suprimió dos ceros. Un peso ley fue equivalente a $100 moneda nacional. Su vigencia duró 13 años.

En el año 1983 hubo que cambiar otra vez. La alta variación de precios entre 1975 y 1982 derrotó al peso ley, que se había devaluado con respecto al dólar en 200.000%.

Y otra vez sopa. En el mes de junio de 1983, el peso ley pasó a ser peso argentino.

La equivalencia fijada por decreto fue de $10.000 Ley 18.188 por cada peso argentino.

La nueva moneda duró poco. La inflación rondó un 600% anual y se devoró unos cuantos ceros.

El 15 de junio de 1985 nació el austral, siendo equivalente a mil pesos argentinos.

En 1989, el Austral se desvalorizó un 4.700% con respecto al dólar.

En 1991 llegó el peso, nuestra moneda actual, con un valor de 10.000 australes.

En 1992, la moneda había perdido, en el camino, 13 ceros. Todo un récord.

Ordenar la economía es el mayor desafío que tiene el gobierno nacional y el flamante ministro Sergio Massa.

Una tarea que requiere un gran acuerdo y el compromiso de todos los sectores.

La puerta del diálogo está abierta y en los próximos días se conocerán nuevas medidas.

Por ahora, el nuevo plan para combatir la inflación está en marcha.

Esperemos que el fantasma deje de perseguirnos.

­­­­­”Fuentes consultadas: INDEC y Cámara Argentina de Servicios “Historia de la moneda”

Ilustración: Raúl Olcelli

 

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