El laberinto de la violencia sin razón
“La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve”. Martin Luther King.
En el enrejado de la crisis económica se infiltra la violencia. Vivimos tiempos violentos. Violencia sin juicio, sin razón, sin sentido. Violencia que se lleva vidas inocentes, que destruye familias. Violencia política, violencia social. Todo está unido por el mismo hilo. Un hilo invisible que nos impide salir del Laberinto donde conviven los monstruos imaginarios en este siglo de trueques de fruslerías.
Si los que tienen responsabilidades de conducir siembran odio, la cosecha no debe sorprendernos. La grieta, que se profundiza día a día, está cimentada en el rencor, un rencor injustificable que nos divide inexorablemente.
Este despliegue de maldad insolente, esta repetición del cambalache, nos lleva a un camino sin salidas cuyas consecuencias pueden ser lamentables.
¿A quién beneficia el enfrentamiento, el caos social, la guerra de clases? Es la pregunta que debemos hacernos diariamente, antes de ponernos el casco, el traje camuflado y replegarnos en la frontera de la ira.
De los hechos que transcurren en el subsuelo, deberían tomar nota con atención los dirigentes, algunos medios, los representantes de la Justicia. El escenario no está para frivolidades, ejércitos de troll atacando, ni especulaciones individuales.
En el interior del país, de Latinoamérica, del mundo, hay un volcán a punto del estallido. El gobierno que asumió el pasado 10 de diciembre lo sabe, la mayoría de los opositores lo saben. Están los que buscan la paz, están los que buscan la guerra.
De nosotros depende encontrar una salida racional. Recuperar el respeto por las ideas, por el prójimo, rescatar nuestra esencia de sociedad solidaria.
Los argentinos somos los únicos que podemos salvar al país. El futuro depende de nosotros. De nuestra participación en todas las decisiones. De nuestro coraje para enfrentar a los verdaderos enemigos y de nuestra solidaridad con el prójimo. Del renunciamiento al excesivo individualismo. De entender que nos salvamos todos o no se salva nadie.
Poder, podemos. No estamos agonizantes a pesar de los atentados que hemos sufrido a la economía, a la dignidad, a la soberanía, a la independencia. Todavía estamos a tiempo de decir: “Argentina, levántate y anda”.
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