El mundo se detuvo, la vida continúa
Coronavirus. Cuarentena obligatoria. Soledad. En el escenario del monstruo que amenaza a la humanidad nos encontramos frente a frente con el espejo. Y surgen las emociones, que van de un lugar a otro, subidas al péndulo de un mundo que se detuvo de golpe para dejarle paso a la vida.
La computadora, el teléfono, una taza de café. Pensar y sentir. Control e impulsos. Ningún sentido, sexto sentido. Reflexión y percepción. Nos movilizamos entre extremos. Por momentos embriagados con la llave del cielo, por momentos patinando en la puerta del infierno. Somos humanos. Seres emocionales con cerebro, seres cerebrales con corazón. Somos aciertos y errores. Somos y eso es lo mágico: Ser.
Ya la duda lo carcomía a Hamlet, en la maravillosa obra de Shakespeare. Ser o no ser, punzante pregunta.
¿Qué significa ser? Seguramente te lo preguntaste muchas veces, frente al espejo, en esas noches de insomnio y luna llena, nueva, o en cuartos, mientras cumplías, responsablemente, el aislamiento social.
Y, sin duda, tuviste mil respuestas diferentes. Una maraña de respuestas parecidas, a la de millones que sienten la necesidad de buscar la verdad entre tanto engaño universal.
Una telaraña de palabras similares a las descubiertas por miles que dudan, pero aceptan la invitación de la vida para ser cada vez mejores, más sinceros, más generosos, más atrevidos, más humanos.
El camino es complejo, a veces deseamos redimir al mundo, a veces deseamos redimirnos nosotros. Y en ese péndulo nos hamacamos, ganamos y perdemos amigos, ganamos y perdemos afectos, ganamos y perdemos amores.
Con el paso de los años, la lista de débitos se extiende y puede superar al casillero de los beneficios.
Pero aquí está el secreto y el desafío. Poner la lupa en los logros y transformar lo negativo, a simple vista, en positivo con una visión más amplia. Una visión que ponga al monstruo entre las cuerdas, que lo deje sin armas.
Tal vez, el secreto sea enfocarse en los frutos del árbol de la vida. Sentirse parte de los soñadores, de los utópicos, de los que siguen persiguiendo sus sueños, de los que piensan, de los que sienten, de los que aman al prójimo.
Sentirse una pieza clave en el entramado social de los equivocados, de los renegados, de los exiliados del sistema, de los que han sido despojados de sus oportunidades. Parte de los locos que no se adaptan a un sistema enfermo, de los periodistas que defienden la verdad aún a riesgo de perder su trabajo, de los trabajadores que no llegan a fin de mes, de los desocupados que no bajan los brazos, de los comerciantes que pelean día a día para sobrevivir, de los industriales castigados, de los productores afectados, de los docentes que no se rinden, de los que no tienen un plato de comida.
Entre el Ser y No Ser, la mejor apuesta es SER. Ser cada vez más humanos.
Aunque esta elección nos juegue en contra y nos lleve a replantearnos la pregunta una y otra vez frente al espejo en noches de insomnio y luna llena. En noches de coronavirus, en días de cuarentena.
Imagen: Pixabay