La “milagrosa” sociedad argentina
“Lo que no te mata, te fortalece. ” Friedrich Nietzsche
¿La sociedad argentina? Debe haber sido un error de concepto, una pequeña confusión. Porque la sociedad argentina, mayoritariamente, es una especie de maga sacando conejos de una galera desgastada y llena de parches por el uso.
Los millones de hombres y mujeres que conforman el complejo entramado social de nuestro hermoso y querido país, en este siglo XXI, han sobrevivido a las situaciones más acuciantes de los últimos cincuenta años.
Hasta podríamos decir que la sociedad actual es “milagrosa”. La mayoría de los argentinos y argentinas somos sobrevivientes, campeones de natación en un mar embravecido.
Hemos pasado “muchos inviernos, otoños, primaveras y veranos”, observando la realidad encerrados en un “corralito” y festejado con “la casa en orden”. Somos sobrevivientes de un país “condenado al éxito”, del “estamos mal, pero vamos bien”, de los “viajes a la estratosfera”, de la antesala del “Infierno”, de la 125, de “la oscuridad del túnel con una luz al final”, que no logramos ver por más que enfoquemos.
Somos sobrevivientes; con dolor, memoria, verdad y justicia; del proceso, de una guerra helada, de la hiperinflación, del todo por dos pesos, de la y las crisis, del que “depositó dólares recibirá dólares”.
Sobrevivientes de la destrucción de la industria, de las Pymes cerradas, de altas tasas de desempleo, de los precios subiendo por el ascensor y los salarios bajando por la escalera, de las tarifas incrementadas en más de mil o dos mil por ciento de un solo golpe, del COVID y de los coletazos de una guerra que no nos pertenece.
Sobrevivientes del “mundo que será una porquería, del merengue en que nos revolcaron, de los inmorales que nos han igualado” (gracias Discepolín por esa letra de tango tan vigente).
La sociedad no es la fracasada. No lo es. La mayoría de los ciudadanos y ciudadanas salen a trabajar todos los días, abren sus negocios sin rendirse -a pesar de las pérdidas-, buscan con ansias una oportunidad que a veces no llega. La mayoría aportó toda la vida para jubilarse y cobrar las sobras de banquetes ajenos. La mayoría hace malabarismo para llegar a fin de mes y, a pesar de los problemas, apuesta a la solidaridad y a tender una mano a su prójimo.
Tiene grietas, por supuesto. Con los tumbos que ha tenido, en manos de algunos conductores, es normal que tenga rajaduras, magullones, fracturas, heridas que cicatrizan más rápido y otras que tardan en cerrarse. Con los tumbos que ha tenido, es un milagro que siga orgullosamente, o humildemente, de pie y remando, remando, remando hasta quedar exhausta.
Es un milagro que siga comprometida, sacrificada, con los brazos abiertos, las manos extendidas y ofreciendo el corazón y su lealtad al país. Es un milagro que siga batallando y trate de no perder la esperanza.
La ayuda, la lealtad: origen de la civilización
“Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización.” La frase fue dicha por la antropóloga y poeta feminista Margarita Mead. En 2020, en plena pandemia, se hizo viral la siguiente anécdota: “Una vez, un estudiante le preguntó a la antropóloga y poetisa Margarita Mead cuál consideraba ella que era el primer signo de civilización. Ella respondió: “Un fémur fracturado y sanado”. En la vida salvaje, un fémur nunca sana solo, puede hacerlo si alguien se preocupa de cuidar al herido.”
La ayuda, la lealtad con otro ser humano, es la esencia de la humanidad, fue la conclusión.
Hoy, el peronismo celebra el Día de la Lealtad.
“Hay distintas clases de lealtades: la que nace del corazón, que es la que más vale, y la de la que son leales cuando no les conviene ser desleales.” Una expresión del líder de dicho movimiento, Juan Domingo Perón.
Setenta y siete años después del 17 de 1945, la lealtad se viste con prendas diferentes, en un escenario distinto. Desde 1983 hasta 2019, el 17 de octubre se recordaba con actos pequeños encabezados por dirigentes históricos, sin movilizaciones. En 2019 retornó el festejo, en Santa Rosa (La Pampa), con la presencia de los principales referentes del Frente de Todos. Símbolo de unidad a pocos días de las elecciones presidenciales. “Es el primer Día de la Lealtad que solo tenemos un acto conjunto entre todos”, dijo ese día el presidente actual, Alberto Fernández.
La coyuntura es un ave de paso, apenas un ave de paso. En este país, nadie puede adivinar el futuro.
Hoy, como las oscuras golondrinas de las rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, volvieron los actos múltiples, en el “balcón, sus nidos a colgar”.
Machado decía: “En política, solo triunfa quien pone la vela donde sopla el viento; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela.”
En 2023 soplarán otros vientos. Y ya muchos y muchas empezaron a buscar el lugar adecuado para poner la vela sin que se les apague.
Todos, juntos, divididos en campaña
Los todos, los juntos, los divididos, ya comenzaron a comprar las velas para prenderlas donde sople el viento. ¿Habrá viento norte, sur, de cola, de cara? ¿Soplará el Pampero, el Zonda o Sudestada?
Nadie lo puede predecir. Es tan azaroso todo que “hasta al mejor cazador se le va la liebre”. Si hasta el mes de la primavera le arrebató las temperaturas al invierno.
Hacer confeccionar el traje de candidato o candidata, hoy, es un riesgo. Más adelante le puede quedar demasiado holgado o demasiado ajustado. Las mediciones, actualmente, son menos confiables que los pronósticos de algunos economistas que regresan del pasado.
Sin embargo, entre los vientos fuertes de octubre, parte del PJ villamariense y departamental le eligió el guardarropa al intendente de Córdoba, Martín Llaryora, para ir por la Gobernación y vislumbra a Juan Schiaretti vestido de gala para la disputa nacional.
Eduardo Accastello y su grupo ya pusieron la vela (encendida o apagada) en el espacio “Hacemos por Córdoba”.
Con ciertos recaudos, Llaryora iniciará su salida al ruedo despacito y sin arrebatos.
El elegido del gobernador para sucederlo en el Panal, necesita fuertes respaldos en el interior de la provincia, fundamentalmente de su par villamariense, Martín Gill.
Después del revés que sufrió Hacemos por Córdoba en Marcos Juárez, el peronismo cordobés no se puede dar el lujo de dejar suelta ninguna pieza, más teniendo en frente un competidor como Luis Juez, que no da puntada sin hilo y siempre guarda un botón de muestra.
Gill, en este contexto, juega un rol trascendente, ya que convoca a más de cien intendentes del justicialismo y es bien considerado por jefes comunales de otros partidos a través de su gestión en el Ministerio de Obras Públicas de la Nación (2019 a 2021).
Martín L., necesita de Martín G. Elemental, querido Watson, diría Sherlock.
En el plano local, hasta el momento, son pocos los nombres que dan vueltas para disputar la Intendencia el año próximo.
Por ahora, el candidato más visible, del PRO y sus aliados, es Darío Capitani. El legislador provincial ha tejido su red con el jefe porteño, Horacio Rodríguez Larreta, hoy un tanto complicado por las internas del espacio nacional, más allá de su “Milagro” de amor.
El peronismo ha lanzado varios nombres interesados en llegar al Sillón de Viñas, pero el más interesante todavía está en las gateras del Parque Industrial.
Dicen que, en diciembre, saldría a la pista el conocido empresario Carlos “Litín” Pizzorno. Un hombre con historia peronista, hijo de quien fuera intendente de la ciudad en 1973: el querido y respetado doctor Carlos Pizzorno.
Para un sector relevante del peronismo, el candidato ideal, si acepta el desafío.
Para los que compraron velas, todavía no es tiempo de prenderlas, el viento puede cambiar en cualquier momento.
Los milagros argentinos.
♦Nota publicada en mi suplemento “Mano a mano” de El diario del centro del país, con ilustración de mi compañero Raúl Olcelli.