Qué semanita, señor presidente!
Qué semanita, señor presidente! Cacerolas y cucharones alborotados. Soja rebelada, energía en cortocircuito por el congelamiento, exministra invitando a tirar toneladas de piedra, mujer con megáfono incitando a la rebelión contra el monarca. Qué semanita, señor presidente! No lo dejaron ni tomar un café en paz.
Llegó a la Rosada y descubrió que se llevaron una escalera de mármol de Carrara, y en su lugar dejaron el hueco de un ascensor. Los muebles históricos perecieron entre las sillas perdidas de los que se fueron a Sevilla, el aire acondicionado, fue convertido por obra y magia de algún CEO, en fuego condicionado. Y usted, señor presidente, intentando conciliar, hablando con el corazón y esperando que no le respondan con el bolsillo, vieja costumbre de estos pagos.
Qué semanita! No tuvo tiempo de acomodar la banda, el bastón y el virus del “queremos ser Finlandia, Australia, Suiza”, salió del exilio de los roperos. Esos muebles antiguos de quienes se creen dueños de la verdad, de toda la verdad, mientras soportaron la mentira de todos estos años sin ruborizarse.
Es la grieta, la maldita rajadura abierta intencionalmente para desterrar la cultura de la justicia social. Una cultura que nuestro pueblo conoció allá por mediados del siglo XX, con la entrega de una mujer, cuyo único deseo fue ser llamada Evita.
Pasaron 67 años desde su desaparición física y no la pudieron borrar de la historia, ni del corazón de millones. ¿Nos preguntamos por qué, alguna vez?
Usted plantea una pirámide construida desde la base. Es la frase de esta página que surgió hace un par de meses para intentar, humildemente, hacer su aporte para un nuevo país.
El trabajo es enorme. Enorme, pero no imposible. Hay que pasar demasiada cera para que la abertura no se note.
Demasiada.