Las almas y el poder sin alma
El alma guarda secretos, los tapa, los acurruca, los acaricia, les da de mamar, les canta una canción de cuna para que duerman en paz. Sí, el alma guarda secretos que sólo la luna, esa vagabunda misteriosa que cambia de forma, conoce. Inconfesables visiones que un cuerpo jamás entendería. El alma es esa estrella del Universo que ningún telescopio ha logrado captar.
Es el objeto volador no identificado que vaga por las noches, se alimenta en los rincones de la duda, se pierde en el laberinto de las certezas y juega a las escondidas con los meteoritos del amor.
El alma no tiene huellas digitales, ni ADN, no tiene DNI, ni CUIT, no está en el registro de los contribuyentes ni de los evasores. El alma no entiende de hipócritas leyes humanas, de moralidad ficticia, de sanciones ridículas, de rejas inventadas. No le importa el marketing, la fama comprada, los bonos de inversión, los negocios del poder efímero, las mentiras programadas, la verdad bajo la alfombra.
El alma no conoce de balances numéricos, ni de déficit fiscal, no se sienta en la mesa del odio, no traiciona, no cambia de camiseta según la conveniencia, no se arrodilla porque no es, ni será esclava.
El alma no se endeuda con el enemigo, no condena al prójimo, no canta victoria porque sabe que lo que hoy parece triunfo mañana será derrota.
El alma, amigos, es la única testigo fiel de una historia que ha vivido y se ha alimentado de los cuerpos con la intención de aniquilarlos.
El alma no tiene color, ni forma. Pero cuando se junta con otras almas es invencible porque tiene memoria.
El poder sin alma debería saberlo o por lo menos analizarlo.
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